Balsas de piedra

ANTONIO DAPONTE

Incertidumbres

El colapso de los hospitales no afecta solo a los enfermos de Covid-19, sino que impide la atención al resto de patologías

Vamos camino del confinamiento domiciliario, aunque no será idéntico al de marzo. Es la consecuencia directa de no haber adoptado las medidas necesarias en los meses del verano para mantener en funcionamiento, aunque con cautelas, a nuestra sociedad y a su vez reducir la incidencia del Covid-19.

Meses con restricciones de la libertad personal y con muchas personas sufriendo las consecuencias sociales o económicas del virus y de las medidas adoptadas lleva a diferentes sentimientos, emociones y comportamientos. No todo el mundo vive las cosas de la misma manera, ni tiene las condiciones materiales o sociales para aguantar esta situación. En consecuencia, muchos cuestionan la estrategia de contención de la pandemia seguida en España y otros países del mundo.

Desde distintos sectores, incluyendo a personas autoposicionadas en la izquierda progresista, se pondera si los efectos de las medidas anti-Covid-19 no estarán teniendo un efecto peor en las vidas o en la salud de la gente que la propia pandemia. Se critica que muchas de estas medidas se adoptan autoritariamente, ignorando la voluntad e intereses de muchos sectores sociales. Hay una preocupación lógica por haberse abierto la puerta a la adopción de medidas de restricción de las libertades personales y públicas; puerta que podría mantenerse abierta a perpetuidad, o utilizarse para otros fines mucho menos morales que la protección de la salud.

Hoy, el 17% de las camas generales de los hospitales andaluces y un 24% de las camas de las UCI están ocupadas por pacientes diagnosticados de Covid-19. Es una cifra sin precedentes para una única patología. El colapso de los hospitales no afecta únicamente a los enfermos Covid-19, sino que impide la atención sanitaria adecuada al resto de patologías, y esto se ha demostrado ya en varios estudios científicos.

Abandonar la estrategia actual de contención de la pandemia cancelará nuestro derecho a la protección de la salud. Porque la alternativa, «convivir» con el virus, será un desastre sanitario para cualquiera, Covid o no-Covid, que necesite ejercer su derecho a la asistencia sanitaria en nuestro sistema sanitario.

No favorece a la salud pública ni al país el conformismo acrítico con respecto a las medidas que se adopten desde cualquier ámbito, sea la OMS, el Gobierno español o el andaluz, o los expertos de aquí o de allá. Pero no renunciemos a nuestros principios. Nuestra estrategia es la correcta sanitaria, social y éticamente.

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