La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

Ingreso Mínimo Vital

Responsabilidad de quien gobierna será que no lo acaparen los defraudadores del frac, acostumbrados a burlar la ley

Cuando se llega al hambre no hay dios que sujete la desvergüenza. Se derrama toda en el congojo del primer llanto y se la pone a lograr el mínimo bocado que echarse a la boca. Un cacho para alimentar las fuerzas, algo que habilite las ganas de seguir luchando.

A quien cayó al fondo del precipicio porque un maldito virus agitó la prisa de su caída, no se le puede negar un hilo de agua que riegue la sed de su escuálido ánimo. Su rebrote es un contagio explicativo para agrandar y entender mejor la necesaria solidaridad de lo público.

A la sociedad no se accede con carnés ni banderas, ni por tener cuenta en el banco con cifras mínimamente exhibibles. Se está en ella por la condición humana, la cual no se pierde ni por los ropajes, el color de la piel o el valor del dinero con el que se pague.

Una sociedad que procura atender a los mayores, a los menores, a los caídos por la mala suerte, es moralmente irreprochable. Nadie busca por gusto la cola del hambre; solo el hambre busca esa cola. Guarda el orgullo en lo irrisorio, y se dispone en ristre a recoger un kilo de arroz, dos de fruta y algo de leche para sus niños desabastecidos. No se escoge lo que provoca mil regates que se dieron equivocados. Nadie los da a conciencia sabiendo que el negro pozo acecha. La aventura diaria es quien decide con qué riesgos juega.

El trote político que solo busca culpables no ayuda a descabalgar el hambre. Ni hallarlos supone remedio del drama. El Ingreso Mínimo Vital no es una dádiva militante, es un recurso contra el hambre. No se funde en un simple y deteriorado término injurioso. No, no es "la paguita". Es el camino decente de una sociedad con moral y vergüenza al nivel mínimo exigible. Un empujón hacia la competitividad a quien no quiere bajar la cabeza ni dejar caer sus brazos.

Responsabilidad de quien gobierna será que el IMV no lo acaparen los defraudadores del frac, mequetrefes de la estafa, acostumbrados a burlar la ley si la autoridad se lo permite. El engaño de unos pocos no inhabilita la obligación social de abrir un cauce solidario y digno para la mayoría que lo padece.

El IMV es una mínima renta con la que poner pan y quitar lamentos. Ya existe en regiones prósperas, nada malo tiene que el Estado, o sea, todos, se una a ese cuidado. A Sánchez hay que exigirle que la política no le falle a la financiación de los derechos, éstos y los que ya hay en vigor. Pero al hambre de la gente hay que ponerle merienda. No es política, es ética.

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