Irresoluble cuestión catalana

El (des)gobierno de Sánchez está condenado a soportar los zarpazos rampantes de los socios que se ha buscado

Llamó Ortega y Gaset conllevancia a un modo -e inexorable necesidad- de aguantarse uno a otro, es decir, aguantar Cataluña al resto de España y ésta a Cataluña porque de otro modo -y se empleó bien el filósofo en el estudio del problema- el asunto catalán no podría tener nunca solución posible. A esta triste conclusión llegó el hoy casi olvidado pensador, después de tratar el problema con los más destacados intelectuales de aquellas tierras, desde Joan Maragall hasta José Ferrater Mora, pasando por Francisco Cambó, en un tremendo esfuerzo intelectual y epistolar por hacer exégesis y comprensión de la cuestión, que ya -hace casi cien años- venía de largo. Al final, abandonó la empresa al presentársele poco menos que quimérica.

No obstante vemos que esa conllevancia, no es estática ni equilibrada de manera permanente. Está sometida a las necesidades puntuales 'del otro'. A lo largo del tiempo vemos que adquiere modificaciones y matices que permiten, como está sucediendo en nuestros días, que la relación pueda ser más o menos beneficiosa -o dígase rentable- para la causa separatista catalana. En Cataluña se sabe -lo saben bien y no lo dudan- que es vana la pretensión de aquellos territorios pues nunca serán independientes del Estado Español, sencillamente porque ese estado es, por propia génesis histórica y por concepto y definición, indivisible. Pero con el mantra de la independencia pueden -y de hecho así acontece- alcanzar otras metas, principalmente de carácter económico y algunas de clara expedición política que, si bien no les procura ni un paso en el pretendido camino hacia la independencia, sí les supone una posición de cierta fuerza para mantener -cuando se deja- humillado al que en Barcelona llaman Gobierno de Madrid.

Y eso es, precisamente lo que estamos viendo que sucede en estos días. El abultado (des)Gobierno de Pedro Sánchez, muy lejos de poder disfrutar de equilibrio interior y necesaria armonía para verdaderamente gobernar, está condenado a soportar los continuos zarpazos rampantes de los socios que se ha buscado, todos enemigos del Estado Español -ni siquiera adversarios- y que sólo buscan el mayor lucro y beneficio por cada uno de los momentos en que se les requiere para lograr necesarias mayorías o conveniencias puntuales del ególatra -aunque políticamente huero- presidente Sánchez.

Y así sobreviven los actuales próceres, club de mediocridades del catalanismo separatista, que no saben regir la decadente historia presente de una Cataluña que se devalúa, especialmente en los campos de la producción y la general economía, cada día que anochece, deslumbrados por las temporales y caducas migajas que puedan ser capaces de 'sacarle a Madrid' dejando, al mismo tiempo, que el desgobierno cunda en la continua estampida de empresas, que otrora hicieron puntera a aquella región española. ¿O no?

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