Ese Jesús, el Valenzuela

Un buen hombre. De una vida dedicada a todos. Y de manos limpias. Y dignidad. Mucha dignidad

Abrazar Andalucía. O que Andalucía lo abrazara a él. Si alguien piensa que lo conocí a fondo, se equivoca. Eso lo dejo para quienes en público muestran a mil micrófonos sus condolencias. Compañeros, compañeras. Lo mismo da. Todos lo éramos para él. Hasta quienes renunciaron a su impronta, a su quehacer diario, a su imagen de Andalucía, a su forma de entender la política. Abrazar, o que lo abrazara Andalucía. Cuesta creer que se fue mientras lo intentaba. Todos los días. Sencillo, porque era sencillo, y serlo no formaba parte de su estrategia. Como todos, fui y fuimos compañeros. Algún día, cuando mi memoria no dé para más, y no recuerde los nombres de los tantos que conocí, haré como Jesús. Adiós, compañero. Adiós, compañera. Y sonreiré. Sonreiré. Como Jesús.

Dijo cuanto quiso y como quiso. Faltaba más. Si al mundo no le gustaba lo que decía, siempre se perdona a quien, para bien o para mal, nunca tuvo doblez. Ayer no. Ayer le faltó cintura para esquivar la sentencia. La que viene de pronto y sin avisar. La que nadie espera. La de cuajo. La que no dice nada. La que nunca pone anuncio. O al menos, nada dijo a quienes nos reconfortaba su encuentro en una acera, o, hace años, tomar un café, con tapa, en su bar. Hoy procuro sentir que al fin llegaste al prólogo de lo que viene, de tu tierra de ascuas, de cercanía, de interminables sobremesas. Por fin, la Andalucía que soñaste. La que quisiste ver crecer desde que hace muchos años te parió. Paradojas de la vida y también de la muerte, que vino cuando disponías por fin tu descanso…

Sin doblez. Como eras. Podrías estar de acuerdo o no, era lo de menos. Siempre la palabra amable. Tantos amigos dejaste sin decir adiós, sin acercar esa sonrisa al alma de quien te conoció… Tampoco es puro dolor lo que embarga a quienes ayer supimos de tu destino. Es egoísmo. Es puro egoísmo. Es saber que en tu pueblo, en el Violón, en la Carrera, o donde menos lo esperes, no podremos cruzarnos con el Jesús que jamás racaneó un saludo.

Hay quienes estos días hablan de diálogo, de honestidad, de carisma, de humildad, de lucha. Se ve que te conocieron más que yo. Seguro. Mucho más. Hay otros que refieren tu suerte, la de sentirte siempre en libertad, la de elegir cómo transitar entre tantos y tantos vericuetos que la vida depara. A mí en cambio me gusta recordar lo que de joven conocí por primera vez en los despachos, provisionalmente por obras en San Matías, y después en Plaza del Carmen. De un buen hombre. Un buen hombre. De una vida dedicada a todos. Y de manos limpias. Y dignidad. Mucha dignidad.

Hoy en cambio, la vida nos sorprende y nos golpea. Tú en cambio, con una sonrisa, respondes como en el poema. "Perdón a todos, tome únicamente uno de los trenes anteriores y se me olvidó decirles: No he muerto, solo me fui antes". Abrazar Andalucía. O que Andalucía te abrace a ti. Quién sabe si aún seguirás intentándolo. Adiós, compañero, adiós. Gracias por tu buena compañía.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios