Andalucía se quedará al abrigo de la tormenta política. Por varias razones; falta de trapío de Ciudadanos para cualquier maniobra, imposibilidad del PSOE de conseguir una mayoría con seis diputados de IU y una inalcanzable fuga de Cs, auge de Vox que superó al PP en noviembre de 2019 en cuatro provincias, y la pelea entre San Telmo y Génova 13 por el control territorial del Partido Popular. Así que de momento Juanma no tirará los dados. Tras dos años al timón de la Junta, su preocupación antes del culebrón murciano madrileño que va a desahuciar a Cs era desafiar a Casado en el virreinato andaluz. Están enfrentados en Sevilla y hay rebelión en Málaga; batallas internas que recuerdan las que libraron los socialistas durante sus décadas de dominio.

El domingo pasado contaba este diario que el PP andaluz y el nacional iban a la guerra por el control territorial de la organización. Moreno quiere un partido propio, como en Galicia. Ve débil a Casado y le echa un pulso. Además de utilizar a Feijóo como modelo también sigue el estándar del régimen socialista. El PP usa con frecuencia esa expresión para definir la ocupación de las instituciones en su provecho por el eterno partido gobernante en Andalucía. Pero ahora calca el guion.

El último ejemplo ha sido el congreso provincial del PP de Málaga, en donde presidente y secretaria general simultanean cargos institucionales y orgánicos en contra de los estatutos de su partido. Llama la atención que el último delegado de la Junta en Málaga del PSOE era también el secretario provincial socialista. Y su sustituta del PP, igual. Para pastorear un partido nada mejor que el BOJA; eso ya lo sabían los socialistas. Desde Chaves en 1990 hasta Susana Díaz en 2019, durante casi 20 años, los tres jefes del partido socialista andaluz fueron antes presidentes de la Junta y después secretarios generales del PSOE-A; controlaron el partido desde la Junta.

Eso permitió a Chaves desde su trono apoyar a Monteseirín contra Borbolla en las primarias para la Alcaldía de Sevilla en 1998 o defenestrar a Caballos como secretario de Sevilla en 2004. Ahora Moreno imita el procedimiento pidiendo al alcalde de Carmona que se presente contra la presidenta provincial del PP sevillano, que no es de su cuerda. También le ha servido para hacerse con el favor consciente o inconsciente de los cuadros de Cs colocados en el Gobierno, por el síndrome de la rana hervida. Y, más allá, controlar la Cámara de Cuentas para evitar que le saque los colores por los 1.236 millones en facturas sin pagar, o situar de director del Consejo de Transparencia a un funcionario en vez de a un prestigioso jurista independiente a quien ya se lo había ofrecido el débil Cs. En definitiva, el régimen no ha desaparecido, sino cambiado de piel. Hasta que no se complete esa ocupación, no habrá elecciones. Ni dados.

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