Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Jueces y políticos

El Tribunal Supremo debería haber evitado el espectáculo que aprovecharán los enemigos del Estado de Derecho

La tragicomedia española, tantas veces referida, ha tenido el indeseado protagonismo del Tribunal Supremo, que en pocos días se ha corregido así mismo al revocar una sentencia que afirmaba que el impuesto hipotecario deberían asumirlo los bancos, cosa que anuló con otra que endosaba al cliente dicho gravamen, como venía ocurriendo hace más de veinte años, desde que la instauró Felipe González. Por supuesto que los jueces no son infalibles -ninguna persona lo es y muchas sentencias no son modélicas, aunque no olvidemos que tienen seis millones de casos que resolver-, pero los que ostentan puestos en instituciones claves deberían evitar hacer de esos enfrentamientos internos un espectáculo que aprovecharán los enemigos del Estado de Derecho para deteriorar uno de los pilares básicos de ese Estado. Aunque sean cuestiones muy distintas, los independentistas catalanes, que esperan sentencias del alto tribunal por sus graves delitos, se frotan las manos para incidir en sus constantes ataques y menosprecio a la Justicia española, en cuyo pretendido desprestigio basan parte de la defensa de sus abominables actos. Precisamente Puigdemont y Otegui se han reunido en Waterloo para ese frente común contra España.

Bastante tenemos con el deterioro de parte de la clase política para, por unas divergencias legales, incluir a los que imparten justicia. Generalizar, en ambos casos -y en todos los colectivos de cualquier rango- es absolutamente injusto, rechazable y hasta suicida para una sociedad democrática, basada en la separación de poderes. Desde el suyo, Sánchez ha aprovechado la confusión para promulgar un decreto-ley para que ese impuesto lo paguen los bancos, aunque, en realidad, saldrá del bolsillo ciudadano. Se ha aclarado, aunque tarde, porque se venía aplicando hace décadas, una disfunción en la ley. Pero tampoco el presidente puede presumir de coherencia. Entre otras contradicciones clamorosas -el calificativo, antes y después, de las penas a los hoy socios independentistas, por ejemplo-, reitera que no adelantará elecciones y que gobernará con los presupuestos de Rajoy, si es necesario -cosa que le negaba al anterior presidente-, con algunas modificaciones por la vía querida del decreto-ley. Sigue a Marx -Groucho- diciendo que si no le gusta este presupuesto tengo otros.

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