Me pierdo. Comprendo que generalizar la expresión medios de comunicación, es hacer pagar a justos por pecadores, pero la realidad es que, día tras otro, asisto con estupor y desolación a imágenes en que la falta de rigor y la línea editorial impuesta desde arriba (sálvese quien pueda), cercena frontal e inequívocamente la credibilidad del estado de derecho y nuestro devenir como sociedad democrática.

Quiénes son. Dónde están. La noria permanente en que nos encontramos divide la sociedad y enmaraña dictados de honestidad que hace años comprometimos mantener. Somos iguales, o pretendemos serlo, y aquí, desde la calle, creemos en derechos y libertades que funcionan porque debe ser y no por asedio de un móvil que bombardea no con noticias asépticas, sino con innegables, torticeros e interesados posicionamientos ideológicos.

La sentencia de los ERE propone un acercamiento y análisis a algo más que el fondo del asunto. No es, no puede ser casualidad que el fraccionamiento ideológico resida, no en el juego político de las Cámaras (legítimo de otro lado), sino en la aplicación de la ley materializada en sentencia. Tres magistrados a favor, dos que formulan voto particular. Juan Ramón Berdugo, Eduardo de Porres, ambos pertenecientes a la conservadora Asociación Profesional de la Magistratura, y Carmen Lamela, inicialmente progresista, pero ahora tachada de conservadora. El voto discrepante de Susana Polo y Ana María Ferrer, ambas de la progresista Jueces para la democracia.

La duda, alimentada y politizada desde medios de comunicación, está servida. No es nueva. También se materializó en la sentencia del caso Gürtel. En aquella ocasión, en Sala de tres magistrados, fueron dos de tinte progresista quienes propiciaron el contenido condenatorio, mientras el tercero, conservador y presidente del Tribunal, formuló parecer discrepante. Sin embargo, ningún medio puso en aquella ocasión en tela de juicio aquella discrepancia que ahora sí se denosta. (y anteriormente el de la Audiencia de Sevilla, y el de la jueza Alaya…).

Repito que no discuto el fondo del asunto, sino la adscripción ideológica del Poder Judicial en estas cuestiones, de un lado, y el envenenado ventilador de medios menos independientes y más adscritos a la voz de su amo. ¿Es lícito discrepar? No me cabe duda. Es lícito y sano. El problema deviene cuando, reiteradamente, la discrepancia parece no responder a una apreciación individualizada de la prueba obrante en el procedimiento por sus miembros, sino que materializa un análisis "homogéneo" de miembros afines a una concreta adscripción ideológica.

Queda mucho por recomponer y definir. Pero para ello, tercer y cuarto poder deben recobrar sus orígenes e identidad: la independencia. Es de lo que dudamos, auspiciado por un torticero uso del ventilador mediático que no le importa erosionar como coste impuesto por un poder político que decide destinos. Si queremos vivir con la cabeza alta, deberíamos hacérnoslo mirar.

Felices vacaciones.

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