La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Y la LAC se pintará de rojo...

El botellódromo se cerró, las Cruces volverán a recuperar su lado festivo y la LAC se pintará de rojo. En política, los símbolos son tan importantes como la acción de gobierno. A veces más. Detrás de estos tres titulares -reconozco que parciales y efectistas- hay pequeñas y grandes revoluciones que en realidad hablan del color de quienes tienen el bastón de mando, de su modo de entender el poder institucional y, por supuesto, de prioridades. Por los servicios y proyectos que se impulsan de cara a la ciudadanía y por la inevitable lectura electoral que siempre hay detrás. La movilidad da votos pero también los quita. Como las multas. Como los impuestos. Es política, es economía y es ideología; son vasos interconectados. El Metro minó apoyos al PSOE durante los diez polémicos años que ha costado su puesta en marcha pero nadie duda de que ahora se los devolverá. Y con creces. La LAC levantó a los vecinos de los barrios con el suplicio de los transbordos pero ofreció al centro, el granero de votos de la derecha, un servicio puerta a puerta, rápido, moderno y accesible.

Ahora volvemos atrás. A 2014. El nuevo mapa de la movilidad que el Ayuntamiento ha presentado esta semana castiga el rompedor proyecto de la Alta Capacidad y rescata buena parte de la vieja red de autobuses desde la nostalgia incluso de recuperar los números. La LAC se extenderá para llegar al Zaidín y a La Chana -ya no pasará cada 3 minutos ni sus cómodos autobuses serán exclusivos para este trayecto-, se pondrán en marcha cinco nuevas líneas y dos circulares, regresarán los míticos 4 y 11… A la espera de evaluar su impacto real cuando lo empecemos a probar en abril, usuarios y vecinos se mueven entre la resignación del "¡nos van a volver locos!" y la esperanza del "¡ojalá que esta vez acierten!". Aquí es donde falla la ecuación: no es posible contentar a todos. No cuando los recursos son escasos y cuando hay grupos diversos con circunstancias y necesidades diversas y hasta antagónicas. Las victorias de unos implican el fracaso de otros. Desde un simple ranking a los aleatorios premios. Porque para estar en el número uno, hay otros que tienen que posicionarse detrás. Porque no se pueden solucionar problemas complejos como la movilidad de una ciudad sin decidir si la prioridad son los peatones, las bicis, el transporte público o el privado. Porque son las preferencias las que marcan el modelo con las mismas consecuencias que lo hace un presupuesto y un programa de inversión.

El equipo de Paco Cuenca llegó hace dos años al gobierno local casi de prestado pero, en la cuenta atrás para las municipales de 2019, parece que está dispuesto a tomar las riendas, a destrozar de una vez las pegajosas telarañas de los tres largos mandatos de Torres Hurtado (PP) y hasta a intentar cumplir un programa electoral que seguro se hilvanó sin muchas expectativas de llevarlo a cabo.

El momento es propicio. Los tiempos políticos son los tiempos electorales: queda más de un año para amortiguar el impacto negativo de las medidas que se acuerden ahora y, prácticamente, ha quedado desactivada la posibilidad de un cambio de gobierno en la capital. Las mociones de confianza no son más que una distracción retórica e institucional y la posibilidad de una moción de censura sigue siendo un espejismo en un Ayuntamiento donde los anteriores inquilinos -los que deberían liderar el relevo desde la oposición- siguen divididos en dos bandos (los del exalcalde y los de Sebastián Pérez) y más pendientes de las decisiones que tome su partido en clave electoral -sobre el cabeza de cartel pero también sobre la estrategia para tapar la fuga de votos a Ciudadanos- y de los pronunciamientos que hagan los tribunales en clave judicial por las presuntas tramas de prevaricación urbanística de la operación Nazarí y el caso Serrallo, por los contratos fantasma de Emucesa y por las irregularidades en TG-7.

Al otro lado, en el gobierno, Paco Cuenca se ha hecho fuerte en su partido, tiene el control de la agrupación del PSOE de la capital tras la retirada de Chema Rueda y, con los nuevos reglamentos que acaba de aprobar el Federal, se blinda como candidato sin necesidad de concurrir a primarias -la única sombra sería que más del 50% de la militancia lo pidiera expresamente-. No tenemos ordenanzas fiscales ni presupuestos municipales -ni perspectivas de lograrlos-, pero empieza a haber pulso en la Plaza del Carmen. Hay fotos, sí, demasiadas, pero también toma de decisiones con que ilustrar el inesperado legado de Cuenca como alcalde.

En el PP empieza a circular el día 23 como posible fecha para deshojar la margarita de las candidaturas en las grandes ciudades. La extraña visita del líder del PP-A de esta semana a Granada -con una larga reunión de trabajo, un encuentro con los medios sin permitir ni una sola pregunta y rostros tremendamente serios entre lossuyos- parecía una evidencia más de la inquietud y preocupación que se ha instalado en las filas del PP. La presión de las últimas encuestas confirmando el sorpasso en la derecha de Ciudadanos podría traducirse a nivel regional como una señal de salida para Juanma Moreno. A nivel local, la formación naranja no es el único fantasma al que se enfrenta el PP. Ni el dilema del candidato. Por mucho que se esté intentando retrasar, el partido va a tener que asumir el coste de la corrupción. Penalmente tendrá su recorrido, pero políticamente es incuestionable: no se puede sostener una oferta electoral con 6 concejales imputados. Es más. Incluso si llega el momento en que el PP les pida que dimitan como se ha anunciado, no se puede descartar que esta decisión acabe desencadenando otra crisis. Las actas son personales y, por lo tanto, los ediles pueden negarse a dejar la bancada. ¿Se iría, por ejemplo, Juan García Montero después de enfrentarse al aparato en el último congreso? Y hay otro escenario por explorar: ¿seguro que cuando corra la lista estarán todos los suplentes dispuestos a meterse en el jardín que en estos momentos supone el gobierno municipal?

Dos de los grandes objetivos del PP para las próximas municipales son recuperar la alcaldía de la capital y la Diputación. A día de hoy, es difícil evaluar cuál será más difícil. Imposible incluso (si no ponen en orden su casa y consiguen la ayuda de Cs) por mucho que esta palabra esté proscrita en política. El sorpasso de Cs se producirá o no, pero es seguro que tendrá efectos colaterales. Ya los tiene. En el desconcierto de unos y en el brío de otros. Vuelvo al principio: los símbolos a veces importan más que los hechos. Y la LAC se pintará de rojo...

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