El lanzador de cuchillos

Laogai

Señor Toledo, de tanto excretar pendejadas y cagarse en lo divino y en lo humano, se ha convertido en un "sacco di merda"

No es una palabra muy conocida; de hecho, no aparece en ninguno de los diccionarios españoles de prestigio. Significa "campo de reforma a través del trabajo". En China terminas en un laogai si no estás de acuerdo con el gobierno, si eres religioso, si has decidido tener más de un hijo, si lanzas mensajes críticos por internet.

Los laogai son ciudadelas militares en las que la vida es durísima. A los recluidos les lavan el cerebro, obligándoles a confesar un crimen hipotético. En los regímenes comunistas no basta con ser arrestado por traidor o disidente, el reo debe además construirse su propia culpa, mediante la confesión: "Soy un criminal, soy culpable, quiero cambiar, deseo ser fiel al Presidente".

En los laogai se trabaja más de dieciséis horas al día y la comida es escasa. Consiste en una mínima ración de sorgo, un cereal que comen los animales, y, en contadas ocasiones, una sopa de hierbas. Las condiciones sanitarias son espantosas. Casi es mejor ser condenado a muerte; de hecho, el régimen chino ostenta el récord mundial de ejecuciones: entre cinco y diez mil al año. De los ejecutados, como del cerdo, se aprovecha todo: el hígado, el riñón, los pulmones. Los órganos de los ajusticiados se pueden comprar en las redes.

Actualmente, a pesar de que el gobierno prometió terminar con estas prácticas represivas, hay unos tres millones de chinos recluidos en los campos de trabajo. Desde que fueron creados por Mao, más de cuarenta millones han pasado por estos gulags del horror y de la muerte. Liu Xiaboo, ensayista y pensador, recibió el Premio Nobel de la Paz mientras cumplía condena fabricando material eléctrico en un laogai. Le fue otorgado por "su resistencia pacífica contra las acciones opresivas del régimen comunista de China", pero en la ceremonia de entrega su silla estaba vacía. Castro, Chávez y Evo Morales mostraron su estupor por la concesión del galardón a un "contrarrevolucionario". El disidente chino murió mientras cumplía condena a consecuencia del cáncer de hígado que contrajo en prisión.

Eso es una dictadura, sr. Toledo; ese es un régimen totalitario. Y lo de Liu Xiaboo se llama jugarse la vida -y perderla- por la democracia y la libertad. Lo suyo, sr. Toledo, es colaboracionismo con los regímenes más abyectos del planeta. De tanto excretar pendejadas histriónicas, de tanto cagarse en lo divino y en lo humano, ha acabado usted -que era un buen actor y un tipo simpático- convertido en un "sacco di merda".

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios