Tengo que confesar que ver a los líderes de Ciudadanos Rivera y Arrimadas, quitando lazos amarillos en una ciudad de Barcelona ante los medios de comunicación buscando la foto del día me ha producido una profunda desazón y un gran pesimismo.

Vaya por delante mi opinión contraria a la estrategia de los independentistas de llenar los espacios públicos de lazos amarillos. Los espacios públicos son de todos y no deben de ocuparse con ningún tipo de símbolos políticos de forma permanente. Está claro que ocupar permanentemente el espacio público con símbolos de un significado político determinado, como es el caso de los lazos amarillos, puede provocar malestar en quienes tengan opiniones políticas contrarias o diferentes; por eso, al ser el espacio público una "propiedad" de todos, no veo la justificación a la iniciativa de una parte para apropiarse del espacio de todos.

Por eso, que líderes políticos como Arrimadas y Rivera exhiban una respuesta a la provocación independensista con otra provocación propia de películas del oeste al tomarse la justicia por su propia mano, es cruzar líneas rojas en un acto que puede generar confrontación y violencia en la sociedad. Algo impropio de líderes políticos serios.

La lucha feroz entre Rivera y Casado para conseguir quedarse con el mayor número de votos del electorado conservador en España no justifica esa acción de Arrimadas y Rivera. Una acción que crispa a la sociedad de la misma manera que hacen Torra y otros líderes independentistas que alientan a quienes llenan las calles de lazos amarillos y crispan así a la sociedad catalana.

Ya está habiendo enfrentamientos y alguna agresión y es de temer que pueda llegarse a conflictos con más violencia que puedan destruir la convivencia entre los ciudadanos de Cataluña. Y es que la convivencia es el valor supremo que debe limitar y guiar cualquier proyecto y cualquier posición política. Cuando se pierde ese principio es para echarse a temblar.

Por todo ello y, al margen de mi adscripción política, me siento legitimado para exigir a Rivera una actitud más mesurada en defensa de sus puntos de vista. De igual forma que con los líderes independentistas lo he hecho en más de una ocasión.

Hay que reivindicar el diálogo, el respeto mutuo y el fomento de la convivencia, al tiempo que se pueden exigir fórmulas para que quienes quieran usar los lazos amarillos para expresar una idea o convicción lo hagan sin agredir el derecho a disfrutar de los espacios públicos a quienes no piensan igual.

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