Brindis al sol

Alberto González Troyano

Lección para Cataluña

LOS dos fenómenos políticos son simétricos: uno ya ha pasado (en el Reino Unido) y estamos sufriendo sus primeras turbulencias; el segundo (en Cataluña) podría darse, con el tiempo, porque, en uno y otro sitio, los mismos desaprensivos recurren, sin pudor, a las mismas técnicas, despertando las emociones nacionalistas más primarias: "Os prometemos un mundo mejor, al que tenemos derecho porque somos mejores y, además, nos liberamos de los que son culpables de todos nuestros males". Así, simplemente, se crea la ilusión de una arcadia al alcance de la mano y se vuelca resentimiento y rencor contra un enemigo que roba y no permite el desarrollo de una rica identidad propia.

Desconcierta que este fraude político haya ocurrido ahora precisamente en la tierra que, con su brillante Ilustración, junto a Francia, supo percatarse, desde el siglo XVIII, de los peligros inherentes a fáciles movilizaciones sentimentales. Por eso, sus filósofos buscaron en la razón un instrumento para limitar las manipulaciones provocadas en nombre de etéreos conceptos como raza, patria, religión, amigo o adversario. Sin embargo, ha sucedido sin que las tristes experiencias de dos siglos de enfrentamientos europeos hayan desacreditado a los embaucadores nacionalistas ante unos pueblos, como los del Reino Unido, en los que parecía bien asentado el sentido común.

Pero lo que aún entristece más -y debe alertar como aprovechable lección para Cataluña- es la carencia de una mínima planificación positiva y coherente por parte de los encantadores de serpientes antieuropeos. Porque sólo se han preocupado de excitar negativamente las emociones que dieran el triunfo a su poder personal. De lo demás, se desentendieron, porque ni creían en ello ni les interesaba. Ha sido un capítulo digno de añadirse a la célebre historia de la infamia que recopiló Borges. Por desgracia, ante tal aviso, de la clerigalla del independentismo catalán no cabe esperar rectificación alguna, más bien lo contrario, dado que cualquier dato puede ser distorsionado de acuerdo con unos intereses que solo persigue la permanencia en el poder y las prebendas que lo acompañan. Pero puestos a situarse en lo peor, imagínense todas esas comisiones de expertos, tan bien engrasadas, para preparar la desconexión. Imagínense, tras lo del Reino Unido, cuando esos políticos catalanes independentistas, acostumbrados a jugar con las emociones, deban enfrentarse con la razón, es decir con los problemas reales.

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