La chauna

José Torrente

Lectura electoral

LEER los resultados electorales del domingo 26-J acabará siendo una nueva campaña con la que todos quieren justificar lo logrado de forma tan interesada como previsible. Es difícil encontrar entre los perdedores autocrítica en las reacciones habidas hasta ahora. Todos encuentran el hueco para huir de la responsabilidad por el desastre de la derrota. Pedro, porque no ha habido sorpasso. Pablo, porque la gente los ama pero no los vota. Albert, echando la culpa al árbitro, o sea, a la ley electoral.

De todas las reacciones cabe destacar ese meneo insultante y agresivo de los contrariados podemitas, los cuales han sacado la metralleta tuitera al campo de sus batallas, y se han liado a disparar con insultos y demás balas, contra todo lo que huela a pepero, especialmente si es votante viejo. Algún militar despojado por segunda vez de su ilusión por ser diputado, "Julito el Rojo", incluso ha llegado a tildar de faltos de ética a aquellos que no hemos optado por votar a tan saltimbanqui candidato, ora por Zaragoza, ora por Almería. Al parecer, la ética solo la tienen quienes fueron a votarlo a él, que justificaba a Otegui. Los "sin ética" seremos los 15 millones de españoles que no optamos por su partido. Que su batacazo electoral no es culpa de lo que propone su partido, sino el elector sin ética, y el proceso que lo permite. Ojo que en Venezuela andan por un nivel parecido de intolerancia con el revocatorio del presidente.

Hay también opinantes de prestigiada firma, que intentan hacer del resultado electoral una increíble deficiencia democrática porque los españoles no hemos votado como a ellos les hubiera gustado que votáramos. Buscan el protagonismo en la derrota, igual que hubieran izado su bandera recaudatoria también en la victoria. No sólo se ocupan de su credo y de difundir que es el único verdadero, sino que, además, con su afamado verbo literario crucifican a quienes cometemos la osadía de discrepar de ellos al ir a votar.

Bien harían todos los partidos en asumir la responsabilidad que les toca. Y muy bien haría el PP si aprovechara la victoria, insuficiente para garantizar la estabilidad, como un trampolín hacia la mejora interna. Porque desde la ganancia el reajuste es mucho más fácil, y menos traumático. Esa calma que traen los buenos resultados, sin ser perfectos, debe de servir de impulso para continuar con la renovación y reestructuración de una organización tan dañada por los desleales corruptos. Lo inteligente sería acometer las reformas internas que permitan volver a ilusionar a una gran bolsa de electores huidos hacia naranjales, playas de domingo, o excusas de sofá. Y usted que lo lea.

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