Cambio de sentido

Leer por vicio

Por el rictus y los andares puedo acertar si alguien lee por vicio o exclusivamente por rectitud

Cuando el otro día me encontré con el periodista cultural Manuel Pedraz y le pregunté que qué tal llevaba su descansada vida de jubileta, me respondió que ahora podía leer ociosamente, por gusto. Leer por vicio, prefiero llamarlo yo. A quienes tenemos, entre otros, el oficio vocacional de leer, esto de leer por leer, sin método, rigor ni motivos, es un placer grande y casi culpable, se diría, de acostumbrados que estamos a que todo en este mundo se nos plantee como un trabajo. Hasta la risa y el llanto se nos quiere vender como un puñeterito imperativo. Cada vez que escucho a alguien hablar de "trabajar las emociones" me dan ganas de revolearle una espiocha.

Leer por vicio es rescatar la lectura del montón de cosas que tengo que hacer para restaurarla en el montón de las cosas que deseo hacer, hurtando tiempo incluso para esa libertad a las esclavizadoras tareas cotidianas. Leer por vicio se rebela ante las lecturas obligatorias, y gana. Leer por vicio se lee tumbado, despeinada, por molicie. Porque leer no es sexy, es libertario. El saber que se extrae de ello, "hijo del ocio y de lo maravilloso" -dice María Zambrano- es oro molido: no te hace erudito, sino más sabio. Se somatiza: por el rictus y hasta por los andares puedo acertar si alguien roba tiempo al tiempo y lee por vicio, o no se permite más que leer por rectitud e instrucción del espíritu.

El ser humano tiene el potencial de auto-cargarse de acción, dice Pablo d'Ors. Pero con la edad (y con suerte), aprendemos a dejar de acumular experiencias, incluida la experiencia lectora, y nos centramos en vivir con verdad. No es poca cosa. Personalmente, prefiero leer menos y por gusto que mucho y por asfixia. A lo que voy: el verano es el tiempo de leer por vicio. Porque sí. Al retortero. Libros viejos siempre jóvenes. En estos días, lloro de risa con las sinopsis de Ángel Sanchidrián, subrayo cuatro de cada tres palabras de Max Aub, y vuelvo a dejar que me abrace Frágiles, de Remedios Zafra, que acaba de alcanzar su segunda edición. En la mesilla me espera Polaris, de Isel Rivero. Si leer por vicio es un placer inconfesable, releer por vicio, ni les cuento. Santiago Esteso, en Vivir lejos me dice ahora cosas que se había callado en la primera lectura. Y los poemas de Cernuda, ni les cuento… (comienzo a pensar que no he cambiado yo sino, mágicamente, las palabras de los libros). Este verano, si pueden, lean sólo por vicio. Y a la gloria, lectores, a la gloria.

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