La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Legislación básica, vergüenza social

Ahora hay que tratar de imponer con leyes esos valores que hasta hace muy poco se traían aprendidos de casa

Hay leyes que evidencian la debilidad de una sociedad. O directamente su fracaso. Las leyes dicen mucho de la sociedad del momento, como las prohibiciones. Andalucía promueve la ley de la autoridad del profesorado. Que haya que recurrir a una ley para que a los maestros y docentes se les respete es tan necesario como una vergüenza. Me recuerda al día que tuvieron que colocar un letrero en la terraza de veladores de la piscina social del Real Círculo de Labradores: "Prohibido sentarse a comer con el torso desnudo". Uno entendía que a la escuela se llegaba con la lección aprendida: al profesor se le trata de usted y de don, se le habla con el mejor tono posible, se le presta la máxima atención... ¿Y quién era el beneficiado de todas esas directrices? El alumno. No hay mayor perjudicado que el estudiante cuando los profesores tienen los pies de barro, están atados ante los hiperprotectores papás y la siempre interesada Administración. Aquellos valores aprendidos en casa eran también toda una ventaja al pedir empleo en una empresa privada. A nadie se le ocurría acudir a un trabajo en chanclas o semivestido. Vivimos en una sociedad que necesita una legislación básica, como la extinta educación general... básica. Mala cosa si hay que convencer a los administrados de que el profesor es una autoridad. ¿Pero qué ha sido de los hogares como centros de educación? ¿No se forma ya en las casas? Hay que prohibir la botellona... por ley. Hay que imponer que el profesor es una autoridad... por ley. Hay que cerrar las discotecas, las terrazas y los bares para frenar la ola de contagios juveniles... por ley. A este paso impondremos por ley las obligaciones de los papás y las mamás con sus retoños, porque lo de la patria potestad se está quedando viejo e inútil. Una cosa es regularlo todo, como se pirra cierta izquierda por hacer, y otra es utilizar las leyes para lograr resultados que antes venían dados de casita. No podemos culpar a los políticos de lo que los progenitores no son capaces de hacer porque han sucumbido a la mala fama del autoritarismo, cuando en realidad lo que se demanda es lisa y llanamente el ejercicio de la autoridad. ¡Pobres profesores! Son las víctimas de un sistema que los ha dejado orillados tantas veces, que sufren la soledad frente a padres envalentonados, que se ven obligados en ocasiones a ejercer una docencia defensiva, que actúan maniatados ante cualquier agresión... No, los gobiernos y los parlamentos no pueden sacar leyes que enseñen a coger los cubiertos, a lavarse las manos antes de comer o a hablarle de usted a una persona mayor.

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