Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

Lenguaje y política

Unos niegan el lenguaje inclusivo y otros lo ensalzan olvidando que la lengua es propiedad de sus hablantes

Usar el lenguaje como arma política no es nuevo. La revolución francesa impuso ciudadano y creó la contribución -así era conocido el IBI hasta hace poco- frente al odiado impuesto exigido por la Corona. De igual modo fue el falangismo quien impuso el tuteo, como hacía el otro extremo el comunismo y usando ambos el igualitario tratamiento de camarada. Podría enumerar centenares de ejemplos a lo largo de la historia. Unos que arraigaron y otros que no, como lo de denominar «productores» a obreros y empresarios que innovó el Sindicato Vertical durante la dictadura.

Estamos viviendo una lucha política en la que el lenguaje llamado inclusivo se ha convertido en manzana de la discordia. Unos lo niegan y otros lo ensalzan olvidando ambos que la lengua es propiedad de sus hablantes y que serán ellos quienes decidan, en función de sus necesidades al expresarse y de la natural economía al hacerlo, con qué se quedan de este enfrentamiento a veces tan ridículo en el que la ideología pretende erigirse en dictadora de nuestro modo de hablar. Que los distintos gobiernos plasmen en las normas el lenguaje desdoblado o insistan en utilizar "las personas trabajadoras" por los trabajadores, etc., no va a conseguir que el común de los mortales asuma como natural ese modo de hablar. Todos sabemos del barroquismo de la prosa administrativa, del anquilosamiento de algunos términos propios de las sentencias como el conocido "otrosí" y hasta recordamos haber redactado una instancia finalizando con un "es gracia que espera recibir de V.I. a quien guarde Dios muchos años".

Pero tan ideológico es ese planteamiento como el que vemos surgir enfrente negando el femenino a voces como presidenta y utilizando el masculino para dirigirse a una mujer que ostente ese cargo. La lengua y sus hablantes sólo crean un término cuando lo necesitan. Por eso el finés acumula casi cuarenta para referirse a la nieve y es claro que los amerindios carecían de palabra alguna para denominar al caballo que llevaron los españoles. No creo que a nadie extrañen términos como reina, actriz, poetisa, pintora, costurera, cocinera o mesonera. Existían porque había que nombrar a las mujeres que ejercían esas actividades. La misma razón que hace que hoy se impongan ingeniera, médica o abogada. En definitiva, yo que ellos no me empeñaría en imponer nada. El lenguaje es patrimonio del hablante y ya nadie dice orsay sino fuera de juego.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios