La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

Lenguaje y propaganda

Se relamen de gusto llamando república a lo que nunca antes fuera. La libertad de mentir se la autorizan los engañados

A Goebbels se debe la técnica de convertir las mentiras en certezas a base de repetirlas sin desánimo. Poner las palabras al servicio de la ideología más funesta: la propaganda.

Al fracaso de ETA le llaman disolución, como queriendo aparentar que es suya la iniciativa. Será que llamarlo derrota humilla su sanguinaria soberbia. Necesitan sustantivos para simular cierta ternura mucho más amable y generosa. Quieren estafarnos con su lenguaje. Y hay quien se deja engañar.

Que se disuelven, dicen. Que nos harán el favor de no matarnos. Quieren que les demos las gracias echando hormigón a la losa de su sangriento pasado. Exigen que se llame paz a su cese armado. Incluso hablan de fin del conflicto, olvidando que aquí sólo hubo un bando que ponía el tiro y otro la nuca.

Se equivocan quienes creen que ETA busca así acercar sus presos a Euskadi. No, van más allá todavía. Pretenden la amnistía que los lleve a casa directamente, sin pasar por ninguna cárcel más cercana. No creo que el gobierno caiga en tal afrenta, tal síndrome de Estocolmo que fuera. Pero no tengo la misma fiabilidad para gobiernos futuros, una vez que el tiempo suture poros e hilvane heridas. Siempre puede llegar un Pedro o un Pablo que emulen a algún Zapatero de aquellos que consideren hombres de paz a etarras.

Y luego están quienes piden que pasemos página de ETA. Quieren escribir el relato único con el que absolver su pasado. Nos ruegan olvido los mismos que sacan de paseo a Franco y a su guerra civil con la Memoria. En ese equidistante equilibrio viajan, porque de la verdad sólo les interesa la que a su interés electoral afecta.

No es el lenguaje el traidor, sino quien no lo usa con la verdad que debiera. De complicidad propagandística similar es el léxico que usan los políticos secesionistas de república y frontera incierta. Perpetran ofensas a nuestra historia cuando, torticeramente, declaran presos políticos a simples delincuentes, preventivamente presos. O llaman exiliados políticos a quienes son prófugos de la justicia de nuestro Estado de derecho.

Y se relamen de gusto llamando república a lo que nunca antes fuera. La libertad de mentir con mensajes troleros se la autorizan los engañados, esos locos de amarillo, aleccionados que llegan de TV3 y demás radios, a votarlos en vez de botarlos.

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