El termómetro

ENRIQUE NOVI

Linajes y cargos vitalicios

ESTA semana hemos asistido a la abdicación de Alberto II, rey de Bélgica durante los últimos veinte años, tras acceder al trono dejado por su hermano Balduino, que murió sin descendencia. Acosado por el escándalo de una hija ilegítima y los sucios escarceos para eludir al fisco de la reina Fabiola, viuda de Balduino, a Alberto le sucederá su hijo Felipe. Tres meses antes, la vecina Holanda también veía como su reina Beatriz dejaba la jefatura del Estado para dar paso a su hijo Guillermo Alejandro. Las incidencias sucesorias no se circunscriben a la vieja Europa ni a las monarquías tradicionales. La semana pasada el emir de Catar igualmente renunció al trono en favor de su hijo, y hasta en la impenetrable Corea del Norte, seguramente el país más opaco y aislado del mundo, el líder supremo, Kim Jong-il, que murió a finales de 2011 fue sustituido por su hijo Kim Jong-un, que asumió de forma vitalicia las tareas de Jefe del Estado. Aquí en España, Don Juan Carlos el campechano le quita importancia a su estado de salud, haciendo siempre el mismo chiste sobre chapa y pintura y atribuyendo las intervenciones a las que ha sido sometido a cuestiones de tornillería, pero, sin que hasta ahora haya dado indicios de querer tomar el camino de sus colegas del norte, sigue siendo un tabú entre los políticos españoles la cuestión sucesoria. El día que el príncipe Felipe, y nadie sabe si para eso queda mucho o poco tiempo, suceda a su padre, tendrá que nombrar heredero según las condiciones que a día de hoy establece la Constitución Española. Y estas dejan bien clara la preferencia del varón sobre la mujer. Para establecer la limitación del déficit la sacrosanta ley de leyes pudo ser modificada con nocturnidad, de un día para otro y en pleno verano sin debate público y sin que ninguna formación parlamentaria levantara demasiada polvareda, pero para cambiar esta caduca norma sucesoria, ¡ay!, para eso no hay partido político en España que se atreva a abrir un melón para el que habría que decirle al rey que está medio desnudo. Que en pleno S. XXI estemos utilizando términos como "hija ilegítima", "descendencia" o "vitalicio", -cuando ya ni siquiera el papado, en un gesto que ha humanizado la percepción del segundo estado más opaco del mundo, el Vaticano, ha respetado su significado- para hablar de las formas de organización política de los países, es sencillamente un anacronismo. En una democracia moderna no deberían existir los cargos vitalicios y menos aún los puestos de representación política heredados por linaje. Es simplemente incompatible con los valores de justicia e igualdad. Que algún miembro de esa casta se corrompa es solo cuestión de tiempo.

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