Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Linchamientos S.A.

Antes de salir de casa, mire si algún fundamentalista feroz ha marcado con un brochazo su puerta

La anemia democrática actual va camino de convertirse en anomia. San Juan de la Cruz, en un dibujo que pintó para ilustrar su Subida al Monte Carmelo, explica lo que es la 'anomia'. En la cima del Monte escribe: "Ya por aquí no hay camino, porque para el justo no hay ley; él para sí se es ley". El místico, cuando alcanza la perfección, pasa de las leyes. En nuestra depauperada democracia los miembros de los tres poderes del Estado -los perfectos- se lo vienen montando en plan místico y, aunque obligan a los demás a cumplir los artículos constitucionales (como Juan de la Cruz obligaba a sus novicios del Carmen de los Mártires a respetar las reglas), ellos se saltan los más benéficos. Los que podrían contribuir a hacer más felices a los ciudadanos. La desafección por el sistema político y por las leyes que lo sustentan está alcanzando cotas preocupantes. Nuestra sociedad sufre de anomia grave: cada individuo es juez, legislador y policía. La ley está siendo sustituida por un concepto más nebuloso, más antiguo, el de mancha. Grupos enteros de personas, sin ser juzgados, sin ser condenados, son estigmatizados y se pinta en las puertas de sus casas, de sus familias, de sus vidas, de su reputación una mancha que los delata; y pasan, de ser ciudadanos, a ser reos. El concepto de mancha es religioso, un trasunto del pecado original. Por ejemplo: todos los hombres, en principio, y hasta que no demuestren lo contrario, están manchados por el estigma de la violación, de los malos tratos, de la arrogancia, del abuso, de la imposición. En Cataluña, a los no independentistas, les puede pasar de todo, sin que nadie mueva un dedo. Chuzos de punta pueden llover sobre los independentistas, y no habrá un españolista que se interponga. Los negros, los emigrantes, los homosexuales, los transexuales, los mendigos, los que miran mal a un gato, los que se zampan una hamburguesa, los que beben jumilla: sucios, manchados, condenados. En situaciones de anomia, como la que vivimos, sobran tribunales, abogados, jueces y aguacilillos. Todos terminaremos linchados por algún delito que nunca cometimos. Llegará un momento en el que, antes de salir a la calle, habremos de mirar si alguien en nuestra puerta ha dibujado con brocha gorda la mancha que nos llevará al patíbulo. Sin juicio previo.

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