Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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¿De quién es Luis García Montero?

Luis García Montero estuvo a punto de que se le pasara el arroz de la política, pero apareció un nuevo pretendiente

En mi pueblo, cuando una chica veía cómo se le pasaba el arroz, se preguntaba acongojada: "¡Ay, Señor!, ¿para quién seré?". Ángeles Caballero en su sección de interviús de El Confidencial "¿Y tú de quién eres?" consiguió el pasado día 11 saber la adscripción actual de Luis García Montero. El poeta, que seguramente pensó que se le había pasado el arroz en política, tras su fracaso con IU en las elecciones de 2015, vio en 2018 como un nuevo pretendiente, el PSOE, lo cortejaba. No se puso Carmen Calvo de rodillas ni le ofreció un anillo para solicitar su consentimiento. Le ofreció algo menos romántico: la Dirección del Instituto Cervantes, y él -así consta en el BOE- le dijo que sí. Porque, olvidadas sus locuras comunistas de juventud, ha declarado que: "Quizá mis ideas ahora tienen mucho más que ver con un socialismo democrático". Nadie está obligado a hablar mal de sí mismo, que ya lo hacemos los demás, y por eso la figura que emerge de sus declaraciones a Caballero es de santoral laico. En la estela del poema Autobiografía de Luis Rosales, García Montero da a entender que jamás se ha equivocado en nada, sino en la cosa que él más quería: la política. "Si hay algo", se sincera, "que me ha decepcionado de la política soy yo mismo". Una decepción pasajera, porque, gracias al cargo de libre designación política del que ahora disfruta, tiene ocasión de hacerlo bien y borrar la decepción. Es posible que esta frase que acabo de transcribir y que da título a la entrevista, sea una mera figura retórica para captar la benevolencia del público, y para hacerse perdonar el autobombo y sus vaivenes ideológicos. No descarten que yo esté errando en la interpretación de sus palabras, pero, como me decía mi suegro, en latín, que para algo tenía la Suma Teológica de Santo Tomás en su casa y se la sabía de coro y, además, la usaba de trona para que sus niños llegaran al pelargón: quod scripsi, scripsi, lo escrito, escrito está. Y su interpretación corresponde también al lector. Como Machado, Montero, al mostrar en la entrevista solo la cara luminosa de su vida, está afirmando que hasta ahora ha sido bueno, en el buen sentido de la palabra bueno, salvo en política. Mi sobrina Casta, con 7 años, lo decía también de los héroes de sus cuentos infantiles: "Tito, es que son buenos, pero un poquito malos".

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