La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

Luis el espartano

Igual tiene en Salvatore Garau su fuente de inspiración futura, viendo lo bien que construye castillos en el aire

Es difícil hallar un caso de filibusterismo político como el del alcalde de Granada, Luis Salvador, el espartano -dicho por él de sí mismo-. Llegó al trono de la alcaldía por la alineación impensable de los planetas de guardia. Cómo explicarse, si no, que un grupo con 4 concejales de 27 lograra que uno de ellos fuera el alcalde; cómo llegar a tan impensable cima tras sus reducidas expectativas numéricas en la noche electoral.

Al desacreditado Luis, espartano él, le siguen quedando fuerzas para aguantar el quilombo urdido en la Plaza del Carmen, a pesar de que a la dignidad de los mentirosos siempre le fue difícil aguantar el peso de la vergüenza. Excepto cuando ésta pesa menos que el ansia por el cargo. Rechina mucho su cortoplacista estratagema para llegar a donde no lo puso el pueblo, sino unos pactos de conveniencia de cuyas consecuencias Granada es sufridora y testigo.

El liderazgo es un bien ganado laurel que se ostenta desde el poder que da la coherencia, el ejemplo propio, la humildad, el apego a la lógica y al sentido común, y que luce como un adhesivo que prestigia a quien lo acredita. Pero solo por arribar al cargo no se ostenta dicho mérito. Juguetear a construir epítetos de rima asonante con la épica de la política, no otorga enjundia suficiente para acreditar capacidad de liderazgo.

Luis, el espartano, se ata al bastón de mando que le prestaron hace ya dos años, porque del hormigón de su rostro no salen reparos hacia el clamor de la realidad numérica del Pleno. Camufla su persistente tozudez la sonrisa fútil de su hemisferio argumental, sin razones suficientes para no aceptar la lógica de las cosas de la política. Su salida de la alcaldía no debería haber durado más de un segundo. El que transcurrió tras conocer que Fran Hervías confesaba públicamente que el 2+2 era real. Y no dar lugar al espectáculo indefendible con el que las más puñeteras cosas de la política están volteando el prestigio de muchos servidores públicos actuales, que a su esfuerzo por mejorar la ciudad cada hora de cada día de trabajo, sufren la negación de su labor con los titulares del desprestigio de la política.

Salvatore Garau es un artista italiano que acaba de vender por 15.000 euros una estatua inexistente, un espacio vacío. La ha denominado Io sono (Yo soy), a pesar de que el aire es el material en el que ha "tallado" su obra. Igual Luis tiene en Garau su fuente de inspiración futura, viendo lo bien que construye castillos en el aire.

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