Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Macarena Olona, a humo de pajas

Aleteamos en torno al misterio de la vida y de su propagación como mariposas en torno a la luz

Macarena Olona, en el debate electoral, habló de la masturbación a humo de pajas, sin mucho fundamento. Pero no es por eso por lo que no la voy a votar. Sería como votar a mi bisabuela doña Mercedes Díaz, de la que conservo alguna foto pactando con el duque de Galatino por dónde pasaría la Carretera de la Sierra, a la altura de Cenes. Para 'matripatriarca', ella, y se acabó. El lenguaje se inventó para eso, para el cotorreo, para comentar qué niña se escapó con el novio, por qué una joven guapísima abofeteó al cura del pueblo, o que el niño de la Follasas se ha quedado ciego a fuerza de pajas. Desde que rompimos a hablar, no dejamos de cotillear de pitos, de chichis, de ingresos en otros cuerpos, de preñeces… Aleteamos en torno al misterio de la vida y de su propagación como mariposas en torno a la luz. La vida, hasta ahora, va a su rollo, pasa de políticos, de curas, de psicoanalistas; sin cortarse un pelo por los intentos desesperados de unos y de otros por embridarla con leyes, imposiciones y teorías. Hablar de comer y de follar, ¡qué gusto! Controlar los alimentos, acapararlos, traficar con el hambre de los que no los tienen e impedir el acceso ellos, sí viene siendo posible. Basta con ver el IPC de mayo. Pero con el sexo, es más difícil. El programa para que no dejemos de copular y de comer es muy fuerte, y lo tenemos instalado por defecto. Sin él nos volveríamos inapetentes y castos, como el mismo San José. Y nos extinguiríamos. Pero la ensaladilla rusa y el orgasmo, recompensas inefables, nos llevan a la sobreactuación: a la glotonería y a la lascivia. Impulsados por una fuerza tan poderosa como la de la gravedad, los seres humanos se buscan y chocan y arden y se sienten eternos, súbitamente, cuando comen y aman. Y el torbellino los arrastra, como a Onán, incluso cuando están solos, sin partenaire. Aunque hubiéramos sido fabricados sin manos, encontraríamos la forma de masturbarnos. Aunque no se hubiera inventado el lenguaje ni la escritura ni el silbo gomero ni los libros de texto ni los manuales para confesores, nos masturbaríamos. Porque, sin aviso, algo nuestro se yergue, se proyecta y va a estallar… Y, ¡fóoooh: el big bang, Macarena! Y puede suceder, incluso, en campaña electoral. Macarena, tú, si lo probaste, lo sabes. En mi pueblo se lo achacan a la vena del gusto, Macarena. ¡Ay!

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