Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Machismo criminal

Si repugnante es utilizar el asesinato de Laura para el rédito político, no menos es ignorar a las víctimas, mujeres y niños

Hoy, lo tradicional sería desearle a los lectores feliz Navidad, vieja costumbre -no sé si Ábalos la incluye en la "España casposa, de toreros y cazadores"- que se utiliza en Occidente, donde los Estados son aconfesionales y los ciudadanos que se felicitan son agnósticos o pertenecen a distintos credos religiosos. Pero las fiestas de estos días se llaman Navidad y es cuestión de celebrarlas o no, bajo esa nomenclatura -aparte de su dimensión religiosa que puede compartirse o no-, porque resulta ridículo referirse a solsticios de invierno, por ejemplo. Pero una mirada alrededor tiene que reflejar lo que ve en esa actualidad. Al escribirla antes de celebrarse el Consejo de Ministros en Cataluña, incluido la polémica 'minicumbre' que el 'Govern' la presenta como la de dos países soberanos -cuyos resultados comentaré la próxima semana-, tengo que detenerme en algo terriblemente dramático, que ha indignado, una vez más, a todos: el asesinato de la joven profesora de 26 años Laura Luelmo en el pueblecito onubense El Campillo, al que llegó pocos días antes en régimen de sustitución. Su presunto asesino confeso, Bernardo Montoya, que acababa de salir de la cárcel por diversos delitos, entre ellos el asesinato de una anciana, se suma a la negra lista del machismo criminal que sufren muchas mujeres y niños, víctimas de tales monstruos.

El abominable suceso ha reavivado la polémica sobre las penas que deben recaer sobre los asesinos. Es verdad que es repugnante utilizar el asesinato de Laura para el rédito político, pero no menos lo es ignorar a las víctimas de los crímenes, no sólo contra mujeres, sino niños, con demasiada frecuencia utilizados para aumentar el dolor de sus madres. Y no se pueden ignorar, no ya los crímenes, sino las violaciones y agresiones sexuales que sufren las mujeres, a veces con sentencias benévolas, como ha ocurrido con 'La Manada', y otras muchas ignoradas por el miedo a sufrir represalias -son innumerables las víctimas que han perecido, pese a que sus asesinos tenían esa ridícula 'orden de alejamiento'-, o temen soportar humillantes pruebas policiales o judiciales. Llevan razón cuando se manifiestan preguntando si necesitan que las maten para hacerles caso y reivindican penas más duras para los agresores. Es curioso que mujeres, incrustadas en partidos que se llaman 'progresistas', se opongan a la llamada prisión permanente revisable para evitar reincidencias en casos puntuales.

Las estadísticas dicen que lo abultado de las penas no reduce los delitos. Pero la polémica está en la sociedad y los sentimientos de víctimas y familiares no deben olvidarse.

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