Fue en segundo de BUP, con dieciséis años, cuando, de la mano del manual de Lengua Española de Lázaro Carreter, conocí la palabra "registro" en su acepción de uso de la lengua según el contexto en que el hablante se encuentra (si es que el hablante es capaz de utilizar más de un registro, claro). El manejo que cada uno hace de la lengua puede connotar su voluntad de comunicarse sin más, de ser cortés o bien campechano, o de darse pisto y estatus, aunque, en general, todos deberíamos utilizar el lenguaje con voluntad de eficacia y eficiencia comunicativa, dentro de nuestro propio estilo y la situación. En esta tierra cotiza a la baja el utilizar palabras del grande y bendito castellano que se dicen poco o se tienen por "cultas"; pero bien pudiera tratarse de un complejillo y hasta una coraza que hace que quien aquí preconiza la sencillez y el sota, caballo, rey en la conversación y la escritura venga de Valladolid o de Buenos Aires alucinado de lo bien que habla esa gente.

Hay un registro "políticamente correcto", abusado en la jerga de políticos y activistas de una u otra causa, que resulta no ya papanata, sino tiránico. Acabaremos, quién sabe, escuchando a líderes de Vox diciendo "transversal" en sus mítines y multiplicando los plurales masculinos y femeninos para no ser tachados de algo feo. Aunque debemos considerar a los registros profesionales -de médicos, abogados, economistas, ingenieros- una forma de necesaria precisión en sus respectivas disciplinas, a veces su registro emborrona la emisión del mensaje, creando "zonas de exclusión" para no iniciados, al tiempo que quien lo emite se da, por un lado, ringorrango, y por otro, protección y blindaje frente al receptor. Es la tentación de altivez.

Recuerdo una sentencia judicial sobre un litigio empresarial que mandó el letrado al consejo de administración. Cuando la leí, no sabía si era a favor o en contra. El abogado se apresuró a decir que el dictamen del inescrutable juez era favorable a la compañía. Esta semana hemos conocido la sentencia sobre el juicio a las acusadas del "coño insumiso" que sacaron en procesión una enorme vagina de látex por las calles de Sevilla; a la postre absueltas. Lo llamativo del texto del juez es que utiliza la palabra "mamarracho", gran término donde los haya, pero bastante poco jurídico. Eso sí, lo utiliza, en su novedoso registro, como una pincelada -ni sí, ni no- que aporta poco a la sentencia: "(…) una actividad que puede ser considerada una mamarrachada o no (…) prescindible o gratuita para este juzgador". Colleja, pero sin cargos… y muy popular, el registro.

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