El lanzador de cuchillos

Manual de resistencia (III)

Como las mascarillas no protegen contra el contagio de la verdad han optado por ponernos una mordaza

Uno. Les niegan los tests y los aplausos, pero son la puerta de entrada al sistema sanitario y, por tanto, los primeros en enfrentarse al riesgo de infección. De hecho, el sector farmacéutico ha sufrido ya once muertes y son casi trescientas las oficinas que tienen algún trabajador enfermo. Los grandes olvidados del gobierno y los balcones siguen, sin embargo, a pie de mostrador, atendiendo a los vecinos del barrio, para los que siempre tienen, a pesar de la tensión, una palabra amable y una sonrisa en la cara. A Irene Montero, que habría sido más útil en esta crisis si hubiese continuado en la caja del supermercado, le han hecho -privilegios de la casta- todas las pruebas que ha requerido, pero los farmacéuticos atienden a sus clientes, muchos de ellos personas de riesgo, sin saber si son portadores del virus. Considera el tipo del jersey -el que dijo que el bicho apenas tocaría España- que los riesgos del colectivo son inherentes al ejercicio de su profesión. Y me viene a la cabeza aquella canción de Radio Futura que hablaba de un tal Simón, escaso de luces. ¿Cómo decía?

DOS. Un centenar de musulmanes se ha saltado el confinamiento en El Vendrell para rezar en plena calle. El acto religioso, en el que los participantes ni siquiera guardaban distancia de seguridad, fue, sin embargo, permitido por la policía local. El alcalde, que se llama, créanme, Kenneth Martínez y es del PSC, ha calificado -capitán a posteriori- como grave la concentración pública, pero su alma socialdemócrata no ha podido reprimir un llamamiento a la calma y a la pacífica convivencia que sólo han peligrado en el interior de su espíritu pusilánime. Me imagino al obispo de Granada confinado y perplejo.

TRES. Ha dicho por la tele un guardia civil de los que pisan moqueta -este no hace garita a la puerta del chalé de Galapagar ni alegra los cumpleaños de los chiquillos encerrados en los pueblos- que uno de los objetivos de que los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado persigan las noticias falsas en internet es "minimizar ese clima contrario a la gestión de la crisis por parte del Gobierno". Tal cual. Con aplomo, desparpajo y ausencia de sonrojo. Es decir, que el picoleto en jefe ha reconocido que la superioridad -quién si no- ha puesto el benemérito cuerpo y el resto de policías, no al servicio del orden y la ley, sino de la propaganda gubernamental. Como las mascarillas no protegen contra el contagio de la verdad han optado por ponernos una mordaza. Cuando el otrora grande Marlaska deje su cargo -empieza a ser una necesidad democrática- habrá que desinfectar el ministerio.

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