El lanzador de cuchillos

Manual de resistencia (II)

Al alcale de Madrid, la izquierda mediática lo recibió con chanzas y ahora le está haciendo un Gallardón

Uno. En Derecho Hipotecario, cuando una finca está inscrita en el Registro de la Propiedad con una superficie inferior a la real, se dice que tiene un exceso de cabida. El exceso de cabida es, pues, un desajuste entre los datos reales y los efectivamente registrados, siendo aquéllos superiores a éstos. La causa principal de esa discordancia es la escasa precisión -intencional o negligente- con que se miden los terrenos. Aplicando la analogía, podemos decir que el registro oficial de muertos por coronavirus en España presenta también un exceso de cabida. Los datos reales son superiores -incluso muy superiores- a los que ofrece la contabilidad gubernamental. Tengo un ejemplo cercano: la tía Carmen, única hermana viva de mi abuelo Nicolás, murió hace unos días con todos los síntomas del Covid-19. Pero nadie se lo diagnosticó. Su muerte, como la de otros miles, no quedará reflejada en la estadística, que, como todos sabemos, es el último peldaño de la mentira.

DOS. Al alcalde de Madrid la izquierda mediática, que lo recibió con chanzas y cantaletas, le está haciendo ahora un Gallardón. Aunque ya sabemos cómo terminó aquel idilio, Martínez Almeida ha dejado de ser el enano carapolla de hace mes y medio, para convertirse de la noche a la mañana en un líder eficaz que en un momento tan difícil como el que vivimos está dando la talla. Todo lo contrario que Ayuso, porque de lo que se trata, obviously, es de reeditar la dicotomía Aguirre mala-Gallardón bueno. La jugada es más vieja que el hilo negro. Y el alcalde se deja querer, claro, porque no hay nada que le ponga más a un político de derechas que, después de haberle escupido en la jeta -"carapolla, carapolla"-, los gacetilleros progres le pasen la mano por el lomo.

TRES. 2014. La Sexta, como siempre, al rojo vivo. En la puerta de un hospital madrileño una reportera intrépida y comprometida entrevista al actor Carlos Bardem, que se encuentra allí para solidarizarse con unos enfermos de hepatitis C. En mitad de su discurso, trufado de indignación y odio hacia el partido gobernante, Ferreras lo interrumpe: "Bardem, hoy van a morir ahí dentro 11 personas: el dato es demoledor". Y el actor entonces echa al vuelo la imaginación: "Es muy fácil; que usted o cualquiera de sus telespectadores visualicen a veinte personas de las que conocen: pues quiten once". Y se calienta: "Hay que salir a la calle, hay que luchar contra esta gente y hay que echarlos". Logrado finalmente el objetivo, Bardem extiende ahora en la televisión pública una ominosa cortina de humo-r sobre la catastrófica gestión de sus amiguetes del gobierno socio-podemita. Pero, oye, ni tan mal.

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