La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Manuel Alejandro: 90 años

La canción tiene la extraordinaria capacidad de revivir la cotidianidad como memoria personal y colectiva

Envidio a quienes asistieron a la emisión de El hormiguero el pasado martes: no solo porque oyeron en persona las sensatas, modestas y sabias palabras de Manuel Alejandro y porque disfrutaron de la presencia señorial de este jerezano que, más que nacido en Andalucía, parecía haberlo hecho en la Bética por su aire de anciano senador romano que hoy cumple 90 años; les envidio porque pudieron aplaudirle. Se aplaude a los intérpretes, pero raramente a los compositores. Ni tan siquiera el hermoso gesto de que el director alce la partitura para que el público aplauda al compositor es frecuente en la música ligera. Y es injusto.

Recordó los duros inicios en los que actuaban en tugurios no ajenos a la prostitución, él tocando en un pequeño piano vertical y Raphael cantando mientras unos bailaban, otros iban a lo suyo y nadie les hacía caso; contó como compone y escribe las letras como trajes cortados a la medida de las posibilidades vocales del intérprete y de su personalidad -no la real, sino la que el público imagina: inteligente distinción-, a veces teniendo en cuenta sus circunstancias personales para darle más posibilidades de actuarlas además de cantarlas (jugoso lo que contó de sus creaciones Como yo te amo o Se nos rompió el amor para Rocío Jurado); y recordó con sobria y profunda emoción al amor de su vida, fallecida el año pasado tras 57 de unión.

Modesto, rechazó que Motos le llamara compositor. "No es que no me guste. He estudiado mucha música, muchísima. Mi padre [Germán Álvarez Beigbeder] era compositor sinfónico y me enseñó desde los 8 años el piano, el contrapunto, la armonía... Hasta la composición que estudié en Madrid. Sé exactamente lo que es componer. Y la canción es un pétalo que se desprende de la música, no es más". Tampoco se considera escritor, sino 'escribidor' de canciones. Discrepo, con todo respeto. La música clásica expresa nuestro ser y la canción nuestro estar. La primera, aunque sea hija de su tiempo, tiene vocación de perdurar; la canción apresa el momento, lo fugitivo, sin importarle agotarse en el aquí y el ahora. Por eso tiene esa extraordinaria capacidad para evocar el instante y revivir la cotidianidad como memoria personal y colectiva. Recuerden Canciones para después de una guerra de Martín Patino. Por eso, maestro, usted y sus canciones son eternos por haber hecho eterno el instante. Feliz 90 cumpleaños.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios