Balsas de piedra

ANTONIO DAPONTE

Maquillajes

Como demuestran los datos, el sistema político-sanitario de nuestro país ha quedado desbordado por la pandemia

El 24 de enero de hace dos años se detectó el primer caso de Covid-19 en Europa. En este tiempo, han muerto 1,7 millones de europeos, y la actual variante del virus ya constituye el 32 % de los casos europeos, tan solo dos meses desde su aparición en Sudáfrica. Cuando millones de personas se infectan, como en la actualidad, se crean las condiciones para que se generen nuevas variantes víricas, con el riesgo de que alguna de ellas escape a la acción de las vacunas, la principal herramienta de protección de la salud actual.

Bill Gates, el fundador de Microsoft y uno de los mayores donantes para el desarrollo de vacunas, lleva advirtiendo desde hace tiempo sobre la posibilidad de que en el corto plazo surjan este u otros virus que puedan ser más transmisibles y más letales. La revista científica más importante del mundo, Nature, critica en un artículo reciente a las estructuras políticas que pretenden maquillar el estado actual de la pandemia y su probable evolución futura hacia formas más benignas del virus.

Estas políticas, estos mensajes autocomplacientes, tienen por objetivo calmar y neutralizar, de alguna manera, las angustias, enfados y frustraciones de buena parte de la ciudadanía, cuyas vidas llevan alteradas de mil maneras desde hace dos años. La desinformación interesada, la falta de consistencia, las contradicciones entre las administraciones o las luchas políticas en torno a la pandemia no han hecho sino aumentar la desconfianza de los españoles hacia las instituciones públicas y la política, como señalan los datos del CIS.

Los ciudadanos están sufriendo la precariedad crónica de nuestro sistema sanitario y no tienen acceso a sus consultas de atención primaria, o pueblan largas listas de espera de los hospitales. Según la OMS, casi la mitad de los profesionales sanitarios sufren problemas de salud mental a causa de la tensión generada en su trabajo diario; y, más grave aún, un alto porcentaje de ellos padecen un trastorno de estrés postraumático, un daño grave para la salud cuyas consecuencias arrastrarán toda su vida. Por no hablar de los docentes, las familias o los niños, obligados a desempeñar sus funciones en colegios en condiciones inadecuadas, sabiéndose desde hace muchos meses que con sistemas simples de control de la ventilación se hubiera garantizado la seguridad.

Como muestran los datos, en conjunto, el sistema político-sanitario de nuestro país, por llamarlo así, ha quedado desbordado por la pandemia. En vez de maquillar realidades, deberíamos prepararnos para hacerlo mucho mejor en próximas pandemias.

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