El sello

CRISTINA MARÍN MUÑOZ

Marca propia

GRANADA es un ente vivo, que crece, cambia y evoluciona en función de un componente fuertemente influido por su ambiente, su historia, su cultura y su educación. Una ciudad mosaico, donde, en un espacio lingüístico plural en continuo movimiento, cobra especial relevancia el elemento que la identifica, la expresión idiomática que alude a aquello que la individualiza, y la marca o el grabado que sugiere una cosa profunda, tal vez innata, o tal vez producto de una estructura fija. En definitiva, su Sello particular.

Granada imprime carácter. Camina con una voluntad propia. Decir lo que pensamos, conocemos, creemos y soñamos debería ser lo más natural entre todos los ciudadanos de a pie, aunque a veces sólo dependa de tener el valor suficiente para hacerlo. Desde este nuevo espacio quiero poner en práctica esta sana aventura a través de El Sello, una reflexión quincenal que no se verá limitada por los diversos esquemas que la sociedad nos impone y tendrá la valentía de hablar y actuar, bajo mis pensamientos y sentimientos, sobre todo aquello que acontezca en nuestra Granada; porque ella, al igual que las personas, tiene en su vida una serie de momentos que la determinan y la hacen inigualable.

El sello, como el sello de apostilla, el real, el comercial o el de la efigie del propietario, en todas las épocas se ha adecuado de forma perfecta a las necesidades de la sociedad, a su organización, gustos y creencias, mostrando en su uso el modo de entender la vida, y autentificando todo lo que acontece en ella. En este caso El Sello será la voz de muchos granadinos orgullosos de su tierra natal o adoptiva.

Aquí no trataré de especular con los sentimientos invadidos de odio imperfecto; ni tampoco torearé mihuras de vuelo raso. Granada es una perla diaria, que recibe olvidos cuando entrega tanto, y que ya no quiere aguantar más la espera. Su carácter, como Sello de marca propio, es el de una comprensión mansa y exigente, llena de cautela, que no abandona lo solidario, y que imprime tensión sujeta al resultado que mejore su futuro, que tarda en llegar. Granada busca que no triunfe la desesperanza que, a veces con razón, abruma a nuestra tierra.

Decía Ganivet que lo único que no le pueden quitar a las poblaciones es el sello espiritual, porque ese lo imprimen sus habitantes. El embellecimiento de las ciudades empieza por la vida bella, culta y noble de los seres que la habitan. Así es Granada y así, con nuestro sello, escribiré sobre ella.

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