La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

Marifrán

Ella no se hizo de rogar para desempolvar las necesidades con las que el PSOE amagaba, pero no le daba a Granada

En Granada era recurrente la queja por lo abajo que aparecía en la única verdad de la Andalucía política: la ejecución presupuestaria. Ya fue una donnadie en la Primera Modernización de Chaves. Más aún lo fue en la Segunda. Ni poniendo a Pezzi de coordinador hubo suerte de pillar buen tajo para nuestra provincia. El PSOE era mejor ejecutando teatrillos cada año, comarca a comarca, con ocasión del debate presupuestario, anunciando la llegada del maná progresista, y dilatando plazos con inusitado descaro. Hubo hospitales comarcales prometidos que aún hoy siguen siendo promesas. Riegos de Rules que rulaban de despacho en despacho buscando competentes que los ejecutaran. Autovías del Almanzora a Baza, llora que llora. Para qué mejorar si ganaban elecciones a pesar de incumplir tanto.

Y llegó Marifran, dispuesta a no defraudar a pesar de la desconfianza sembrada por cuarenta años de promesas y farsas. Juanma Moreno, tras el histórico vuelco electoral en Andalucía, la escogió para gobernar Fomento. Ella no se hizo de rogar para empezar a desempolvar las necesidades con las que el PSOE amagaba, pero no le daba a Granada. Accesos a la Alpujarra, variante de Alhama, Puente de Huétor Tájar, nueva ley de ordenación urbana... Marifran cogió el fusil de disparar proyectos, y empezó a poner presupuesto donde antes solo había propaganda. Las obras públicas pendientes de Granada debían ser realidades contables, y ejecutadas.

Marifran llegó al Gobierno andaluz para proponer soluciones más que para añadir fantasmas. Ha logrado que el pragmatismo que se le exige a la política se reconcilie con la verdad tras tantos años revestido de mentiras. Y ahí la vemos, por la mañana en Órgiva, por la tarde en Motril y al día siguiente entre Puebla de Don Fadrique, Baza, Guadix, Granada, Loja o Alhama. Haciendo latir el corazón propio con los tiempos de la política larga.

Cuando se añade a la responsabilidad institucional la vocación de servicio, suelen salir políticos con brillo tenue y eficacia comprobada. Los partidos a veces aciertan con sus decisiones. Marifran es uno de los motivos por los que poder creer en la política, ese camino común de buenas voluntades, ahormado de ideas diversas y esfuerzos reales. Lo mejor no es exhibir intenciones, que también, sino retar a la mala costumbre impuesta por la mediocridad del populismo y la propaganda, e invertir en certezas lo que antes se hacía solo en paciencia, el único consuelo que nos dejaban. Ese es el camino.

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