La tribuna

josé Antonio González Alcantud

Marruecos 'express'

QUIENES frecuentamos a menudo el vecino país jerifiano hemos ido viéndolo evolucionar con admiración. A veces con envidia mal disimulada. En los años setenta aún era frecuente encontrar en sus medinas a personas tullidas arrastrándose sobre cartones y pedigüeños afectados por extrañas enfermedades. Los hogares sin luz y las condiciones de salubridad detestables eran moneda corriente. No creo como los fascinados por las Mil y una noches que las condiciones fuesen mejores tiempo atrás. El escritor italiano De Amicis cuando acude con una embajada italiana en 1875 a Fez nos dibuja un paisaje de cadáveres pudriéndose por las calles. Esta sensación de decadencia se salvó en algunos momentos. Por ejemplo, el viajero británico Starkie narraba la impresión de pobreza que le proporcionó Algeciras, cercada como estaba España por el hambre de posguerra, al arribar desde el Tánger internacional que vivía horas de gloria. No es la primera vez, pues, que nuestra situación económica ha sido peor que la suya. La pobreza ha sido alterna: una veces aquí, otras allí.

Y en este punto oscilante parecemos estar ahora, a la vista de nuestras fatigas. Por el contrario, se vislumbra en la última década un despegue cultural deslumbrante de Marruecos. Esta primavera, con motivo del cincuentenario de la revista de vanguardia literaria y política Souffles, asistí en Rabat a un acontecimiento singular en la medida en que propendemos a no otorgarle a los marroquíes el privilegio de ser modernos. Resulta que en el año 1966 un grupo de jóvenes escritores muy politizados, posicionados contra el régimen hassanita y a favor de la revolución argelina y cubana, fundaron una revista de calidad sorprendente. Yo diría, sin temor a equivocarme que, a la vista del resultado, la izquierda intelectual española de la época resulta casposa. Otro hecho que lo corrobora es que aquel grupo de inquietos jóvenes tras ser encarcelados por sus actividades, y pasar entre rejas casi una década, salieron de la prisión fortalecidos en su vertiente creativa. Los sobrevivientes a aquello y a las inclemencias del tiempo -Laâbi, Benjelloun, Nissabouri, Melehi, acompañados por el sirio Adonis- dieron sentido con su presencia al cincuentenario.

Acto seguido escapé a la bienal de arte contemporáneo 2016 de Marrakech. Los monumentos de la capital del Atlas, sobre todo el palacio Bahia, estaban invadidos por el arte contemporáneo. El asunto tiene sus antecedentes: en un temprano 1966 en la plaza Jemaa el Fna un grupo de artistas plásticos ligados a Souffles reivindicaron el arte popular con una exposición al aire libre.

En este torbellino de sensaciones, recuerdo que hace un año tuve la fortuna de ser invitado a pontificar sobre León el Africano en el festival de música sagrada de Fez, extraordinario de encuentro de músicas del mundo. Allá pude ver y oír a intérpretes fabulosos de toda África, artistas que ejecutaban danzas y músicas que quitan el hipo. El festival de música Gnaoua -de los descendientes de los antiguos esclavos- de Essaouira está renovando la atención juvenil sobre las músicas de trance tradicionales. El cine -en efervescencia de festivales y películas- y la edición de libros -de calidad material creciente- gozan de salud magnífica. No es raro encontrar editores y promotores astutos olisqueando en los sitios donde se hace cultura. Merece la pena meses después sumergirse en las novedades bibliográficas y cinematográficas.

Sin entrar en más detalles: no estamos hablando de folclore ni de artesanías ni de exotismos baratos sino de modernidad. Conversando con el artista Darsi, que realiza intervenciones urbanas en Casablanca para transformar el paisaje citadino degradado, uno se percata de la trascendencia de las mutaciones culturales de Marruecos. Arcila bulle a través de sus muros decorados por pinturas, y en ella han encontrado acomodo estable pintores españoles. Los museos de Arte Moderno de Rabat y Tetuán -este último siguiendo la estela del demiurgo granadino Bertuchi- son las joyas de la corona. Pero también lo es la "noche de las galerías", en la que estas buscan abrirse una clientela entre la ambiciosa clase media. Museos nuevos privados, como el Majorelle o tantos otros, vienen a completar un panorama frenético.

A la vista de esta ebullición, y sin estar abducido la impostura exotista, me cabe invitar al respetable a acercarse al país vecino para recuperar la fe en la cultura y su poder de transformación. Ahora nos toca aprender, y mucho.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios