EL Granada 74 tendría que haber fichado a un turco y no a un francés. Carlos Marsá ha estado torpe. Debería haber estado más atento a la actualidad de la ciudad e interpretarla mejor, pero claro, como nunca lee los periódicos, pues seguro que ni se había enterado de que Erdogan, el primer ministro de lo que antiguamente era el reino otomano, iba a venir a la ciudad con todo su séquito, y se iba a ver con Pepe Torres, al que estoy seguro que en el fondo le cae bien Marsá, pero no se atreve a decírselo. Es más, estoy también convencido de que a Marsá no le disgusta esa imagen campechana y accesible del primer edil, y hasta me lo imagino compartiendo con él una comida campestre, un choto, por ejemplo, con Carlos contando chascarrillos de los suyos y el alcalde partiéndose de risa.
Pues eso, que al tal Erdogan le abren la Alhambra y le entregan hasta las llaves de la ciudad, y sin embargo a Marsá por lo general le dan patadas en el culete, lo intentan cansar con argumentos baladíes y lo tienen crucificado sólo por solicitar su legítimo derecho a utilizar una instalación MUNICIPAL ¡Qué tiempos nos toca vivir!
Hubiera sido tan fácil como que Pina se fijase en el Ankaraguçu en vez de en el Chateaurroux y, en lugar de haber elegido negociar con Viator, podría haber pugnado por Ayham Evrem. Si, total, no conocemos ni a uno ni a otro... y el toque de exotismo iba a ser el mismo. Los turcos, que son muy suyos, hubieran venido a Granada con el mandato de hacerle entrar en razón a Pepe Torres, y nosotros, que somos unos catetos (me meto yo el primero, claro) le habríamos hecho el gusto a Erdogan, aunque sólo fuera por complacerle y que se llevara una buena imagen por nuestra docilidad y amabilidad para con el visitante.
Pero nada, Erdogan se fue y no se trató el tema. Pepe Torres ya ha dicho que nada ha cambiado respecto del año pasado y ahí estamos, a las puertas de Primera y con estos pelos. Bueno, habrá que llamar a Sarkozy y que medie él. O que venga la Bruni...
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