Mascarilla: póntela, pónsela

La humildad es la capacidad más necesaria en momentos en que alguien nos quiere dar lecciones

El otro día desayuné con un amigo. A la hora de irnos, el camarero, mientras cogía el importe del desayuno, vio como mi amigo le daba vueltas a la mascarilla quirúrgica buscando el modo exacto de ponérsela. "La parte que está un poco más dura tiene que ir para arriba", se prestó a decir el camarero a mi amigo en un intento de ayudarle. Mi amigo es cirujano. Está a punto de jubilarse y ha hecho cientos de operaciones. Gran parte de su vida se la ha tirado con la mascarilla puesta realizando su trabajo. ¿Sabría él como se pone una mascarilla? Podría haberle dado una lección magistral al camarero de cómo ponerse una mascarilla, pero no lo hizo. Simplemente le sonrió y le dijo con mucha humildad: "Gracias. No lo sabía". El camarero se fue tan satisfecho creyendo que había ayudado a un cliente.

Irene Vallejo cuenta en El infinito en un junco una anécdota que le pasó a Ana María Moix, cuando fue a cenar con una prodigiosa camada del llamado boom latinoamericano. Estaba con Vargas Llosa, García Márquez, Bryce Echenique, José Donoso y Jorge Edward cuando en el restaurante le dieron una nota donde debían de poner por escrito lo que querían cenar. Los comensales seguían hablando de lo suyo sin hacer caso a la nota que debían entregar al camarero. Al final tuvo que interrumpir el metre, irritado por tanta cháchara apasionada y tan poco interés gastronómico. No conocía a los comensales y cuando vio que no hacían caso a la nota, preguntó con voz enojada: "¿Qué pasa? ¿Es que nadie sabe escribir en esta mesa?". Los comensales pidieron perdón y apuntaron el pedido.

¿Qué quiero decir con estas anécdotas? Que la humildad es la capacidad más necesaria en momentos en que alguien nos quiere dar lecciones. Ayer mismo, un policía local paró en La Herradura a un viandante que iba sin mascarilla para decirle que, por favor, se la pusiera. El viandante poco menos que insultó al policía local al decirle que él tenía todo el derecho del mundo a ir sin mascarilla porque padecía una afección pulmonar. Pero se lo dijo a gritos y sin educación alguna. El policía local se achantó y se fue sin decirle nada más. A partir de hoy se podrá multar a todo aquel que vaya sin mascarilla por la calle. Seamos humildes y hagamos caso de las normas que nos recomiendan, aunque podamos pensar que están equivocadas. Como el lema de los condones: póntela, pónsela.

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