Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

'Mascotizados'

Cuando la vida de nuestro perro es la envidia de poblaciones enteras algo no funciona

Del ansiolítico a la mascota, todo sea por espantar la soledad en este mundo-archipiélago de individuos-islote. Y entre tanto gatito, perrito, iguana, o boa constrictor con las que convivimos se devoran millones de euros equivalentes al presupuesto nacional privado de Haití o Eritrea, allí donde millones de seres humanos sueñan con un trocito del filete de nuestra mascota obesa de tanta proteína.

Cuando la vida de nuestro perro es la envidia de poblaciones enteras algo no funciona. Si, vale. Nuestro amiguete cuadrúpedo da menos problemas que cualquier persona. Come y calla y salta y nos felicita a ladridos cuando volvemos a casa. Agrada. Pero seguro que ese amiguete cuadrúpedo no demanda ni las sesiones de peluquería ni el psicólogo canino ni, por supuesto, modelitos a la moda. Si pudiera hablar igual nos contaría cuán ridículos somos a sus ojos compasivos regalándole a él lo que debiera ser para nuestros semejantes más necesitados. Él sí lo haría.

La gordura de las mascotas del mundo afortunado es la medida de un mundo deshumanizado. Las plazas lucen columpios silenciosos que añoran a unos niños que no nos podemos permitir mientras que paseamos encantados a sus sustitutos de cuatro patas. Hasta han tenido que limitar a tres el número de hijo-perros por hogar para que no se nos vaya la mano en nuestro afán de llenarnos de vida alrededor con garantía de sumisión y sin polémicas. La mascota come, calla y se releva cada trece o dieciocho años por defunción. Ni tiene conciencia de que un día hasta podrá tener nuestra herencia y todo. Hijos perfectos en el mundo del control narcisista. Y un día hasta empezamos a verles parecidos con nosotros de puro humanizados.

Todos hemos visto a abuelitas mirando con arrobo a su perrito. Ellos no las abandonan. Fieles a su instinto de manada y a nuestras arrugas. Pero su cordura será nuestra locura de un mundo tan hiper civilizado que se olvidó de la condición humana.

Las ferias para mascotas proliferan; el pienso cotiza ya en bolsa; los diseñadores lanzan colecciones para vestir a nuestro Sultán, Bobby o Tara. Serán perros, gatos o ratas (hasta las he visto pasearlas al hombro por calle Mesones, sic), pero ¡Están tan monos! Bueno. No son monos, pero sí animales, y es su principal derecho dejar espacio para todos los seres humanos.

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