Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

coleraquiles@gmail.com

Matar vis a vis

Y toda la tecnología del crimen a distancia, a la mierda. Volvemos a la guerra cara a cara. Matar mirando

Los terroristas suicidas dejan en ridículo a la propia industria armamentística, a las armas más sofisticadas, a los drones y a cualquier otro sistema de destrucción masiva controlada desde lejos. E, incluso, a la misma infantería que no se atreve a bajarse del avión o del portaaviones. Es decir, el EI ISIS, los malos, disponen hoy de una herramienta de combate muy sofisticada que ha llevado millones de años poner a punto, los suicidas. A veces, el ser humano, este producto precioso y raro, ha sido bien utilizado y ha descubierto vacunas, remedios contra el dolor y la enfermedad. La piedad, la compasión, la caridad, el respeto a la vida ajena, los derechos humanos, el cuidado a los desvalidos, los medios de transporte, las comunicaciones, la Wikipedia, los guantes de látex, la higiene, el bien mirar, el buen amar, la tortilla de patatas, el arroz caldoso, la amabilidad, la cortesía, el derecho de asilo. Los besos. Las caricias. Pero esta sorprendente máquina que es el homo sapiens, también tiene miedo y hambre y un impulso ciego para reproducirse y pervivir en esa carrera de relevos genéticos que es la vida de la especie sobre este extraño pedrusco cósmico, florecido y redondo, que nos alberga. La historia de la humanidad no es nada edificante. Nos informa de los millones de hombre y mujeres que han muerto luchando por alimentos y por poder reproducirse en las mejores condiciones posibles. También sabemos cómo se han ido fabricando armas cada vez más eficaces para acabar con el enemigo desde lejos y sin sufrir daño. El fuego que permitía quemar aldeas completas, sólo con lanzar una tea sobre los techos de paja de las viviendas del enemigo. Lanzas larguísimas, venenos para las aguas potables, las catapultas y por fin el arma más eficaz que imaginarse pueda: el arco y sus variantes. Que permitieron a los contendientes matarse masivamente, si se era hábil, sin verse las caras. Luego la pólvora, los arcabuces, las espingardas, las escopetas, los fusiles, los cañones, los morteros, los aviones, los misiles que permiten a un presidente coreano amenazar a un presidente norteamericano, ambos seres llegados de otro planeta, el de los locos de poder, con asolar su país apretando sólo un botón de la casaca del jefe de estado mayor. El combate singular se inventó para que dos campeones, incluso los mismos reyes, lucharan sin implicar a la población. Las armas de destrucción masiva, para que dos líderes incompetentes y enfermos de ambición, pudieran acabar con poblaciones enteras sin sufrir rasguño alguno. Y en esto, llegan los suicidas e instauran de nuevo el combate cuerpo a cuerpo. De nuevo, los contendientes mirándose a la cara antes de asestarse el golpe definitivo. En estos enfrentamientos, el que sale con ganas de morir, tiene toda la ventaja.

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