La columna

Juan Cañavate

jncvt2008@gmail.com

Meditaciones melífluas

Si el Gobierno actúa por pura testosterona, la verdad es que hay que empezar a pensar que la situación es muy grave

La estrategia de Rajoy a la hora de gestionar el problema catalán, hasta la celebración del referéndum, más recordaba a un pirómano apagando un fuego con gasolina que a un gobierno democrático intentando solventar una crisis institucional. Desde la celebración del referéndum hasta ahora, la cosa no ha hecho más que empeorar y, no sólo se ha seguido echando leña al fuego por parte de todos, incluidos socialistas algo seniles como Alfonso Guerra llamando a la intervención del ejército, sino que los populares han insistido en seguir alimentando la provocación hasta que todo esto, si es posible pronto, estalle en pedazos llevándose lo que se tenga que llevar.

Imagino que el cálculo realizado por Rajoy de la rentabilidad de sus movimientos tácticos, en forma de votos o de silencio sobre otros problemas, como es la corrupción de su propio partido, debe dar resultados muy positivos. Si no es así y el Gobierno actúa por pura testosterona, la verdad es que hay que empezar a pensar que la situación es muy grave.

Empieza a preocupar mucho la permanencia de la Policía Nacional y de la Guardia Civil en Cataluña, ahora acuartelados con el apoyo del ejército ante el lógico rechazo de la población.

Ya es difícil explicar qué hicieron allí el día del referéndum salvo agudizar el problema, pero más difícil aún es explicar qué hacen allí ahora.

Ya sé que alguno me responderá que están allí para salvar a España pero, en serio, ¿cómo es su horario para salvar España? ¿no pueden luchar por España como todos hacemos en nuestras casas o en nuestros trabajos cotidianos?

La Policía Nacional y la Guardia Civil emergieron de la transición con una imagen tan oscura y tenebrosa como su propio pasado. Desde allí hasta aquí, durante años, han ido conquistando con rigor, compromiso y lealtad una imagen bien distinta, hasta el extremo de que los que en otros tiempos corrimos delante de ellos, hoy reconocemos con orgullo su profesionalidad. ¿Por qué Rajoy los ha vuelto a poner a los pies de los caballos ante la población y ante el mundo? ¿qué quiere ganar Rajoy a cambio de recuperar esa imagen de policía represora de su propio pueblo?

La ineptitud, o vaya usted a saber, de Rajoy la acabará pagando mucha gente y muchas instituciones, porque si con la policía lo ha hecho mal, con el Rey lo ha hecho aún peor. ¿Qué necesidad tiene el rey de ponerse en mitad de la batalla? ¿no es el presidente del gobierno quien debiera pelearla? ¿sacrificará Rajoy incluso al rey?

Parece que sí y más parece después de oír el tono de sus discurso. Una paradoja sin precedentes; el Rey se enfrenta a millones de sus súbditos para darle al presidente una razón que no tiene.

¿No hubiese sido más sensato guardar para él el papel de la conciliación, de la mediación, del puente entre posiciones tan dispares, tan enconadas, tan duras? ¿no dice ser el rey de todos los catalanes? Pues ahora ya sí que no.

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