Mentiras rentables

Tras la moción de censura, lo primero que hizo Pedro Sánchez fue cambiar el colchón de su dormitorio

El próximo 20 de septiembre, será fecha memorable al cumplirse un año -exacto- de que el actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y Pérez-Castejón -esto último, como casi todo el mundo, por razón de familia materna- y en declaraciones hechas a RTVE, hizo la afirmación histórica de que "ni él, ni el 95% de españoles, podrían dormir tranquilos con Podemos en algunos ministerios" a lo que Pablo Iglesias, máximo líder del aludido partido, se apresuró en contestar que podría, en ese caso, "cambiar el colchón de Moncloa todas las veces que quisiera", al socaire de la primera ocurrencia que tuvo el presidente socialista, cuando accedió al palacio presidencial, tras la moción de censura al anterior presidente, Mariano Rajoy y que fue cambiar, con inusitada urgencia, el colchón de la cama de su dormitorio. Dicen que por imposición marital.

Transcurrieron, luego, sólo cincuenta días para que se produjesen las elecciones generales, es decir, el 10 de noviembre de ese mismo año de 2019. Y el panorama mental, la convicción, el compromiso, casi la que fue cláusula muy destacada en el contrato electoral que Sánchez había suscrito, voluntaria y ocurrentemente con su firma, con el electorado, se deshizo como papel bajo la lluvia. Así de fácil y así de simple. Sánchez, a quien nadie antes podía haberle reprochado nada por razón de honor y compromiso con terceros, que se sepa (porque a poco o a nada se había comprometido nunca, que no fuese en beneficio estrictamente personal) no tuvo empacho alguno en disipar al instante la obligación, el pacto o el contrato adquirido con los electores y con el que se había presentado a las elecciones generales, que ganó. Así pues, organizó, casi de inmediato, un gobierno con decisivo e inexcusable apoyo y composición con potente presencia comunista, bolchevique y de muy fuerte influjo bolivariano que, democráticamente, era absolutamente desproporcionada al apoyo popular recibido en las urnas. Eso, por el lado de los nuevos socios -los que nunca y por ahora hubieron soñado poder gobernar tan pronto, tan fácil y tan inútilmente- y a Sánchez, por su parte, jamás se le ha escuchado discurso doctrinal que lo inscriba -a él o a los ministros de su partido- en algún círculo ideológico que se pueda identificar con la izquierda que dice representar, después, claro está, de haber purgado a la casi totalidad de la intelectualidad de calado del -aún- denominado Partido Socialista Obrero Español.

Sánchez, a punto de transcurrir un año de gobierno estéril de coalición comunista; con muletas de antiguos etarras y otros separatistas, que tiene güevos, ha visto que la práctica de la mentira, por muy gorda que esta sea, le está saliendo rentable y gratis. ¿O no?

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