La columna

Juan Cañavate

jncvt2008@gmail.com

Mentiras

La Iglesia, experta en hacernos sentir mal por cualquier cosa, ha convertido el pecado en pecadillo y hasta venial

No es verdad que la mentira tenga las patas cortas ni que su camino no lleve a ninguna parte. Incluso si fueran ciertas las sentencias, daría igual; llevamos tanto tiempo conviviendo con ella que casi la necesitamos como el aire o como el agua o como a aquella inolvidable frase de Johnny Logan (Sterling Hayden) en Johnny Guitar: "Miénteme, dime que me amas".

Y es que casi, no podemos vivir sin ella.

Conocí a un señor que mantuvo dos familias en la misma ciudad, esposa e hijos incluidos, engañándolos a todos, y conocí a otro que se inventó y mantuvo la ficción de pertenecer a una familia noble y hasta se enterró con el escudo de armas de su familia, cuando todos sabíamos que su padre era un humilde policía local de un pueblecito de la costa.

Conozco gente que miente con la ternura de una caricia y otra que usa la mentira como un estilete para buscar las raíces profundas del dolor ajeno. Unos y otros, al fin, todos acabamos por mentir.

Y si será la cosa, que hasta la Iglesia, experta en hacernos sentir mal por cualquier cosa que no le cuadre, ha convertido el pecado en pecadillo y hasta venial. Será, imagino, para exonerar las suyas, que son de tal magnitud, en lo sagrado y en lo profano, que acaban por alcanzar el grado de misterio, un título teológico que resuelve cualquier mentira, contradicción o paradoja por muy complicada que parezca. Que son tres en uno: misterio, que el pan se convierte en carne, misterio, que el arzobispo no sabe nada de nada de la pedofilia de sus colegas, misterio... y, también, como les decía, lo mismo da, que no parece que la Iglesia, presa de tanta mentira, esté a punto de acabarse.

Pero también es verdad que no son los únicos, los políticos en general, y sobre todo los del PP, han alcanzado cotas casi mistéricas en el abuso de la mentira como medio de sustento. Mentiras que, con las patas aún más cortas que los misterios divinos, tampoco les pasan factura cuando niegan a sus cofrades más cercanos, los que les llenaban la caja, la A y la B y ponen cara de cínicos merluzos, sin que se les caiga de vergüenza, que es una cosa que en el PP debe haber en abundancia por lo poco que la gastan. Y no piensen que me inclino en este caso más hacia la izquierda, como suele ser habitual que, ahí, más cercano a mi corazón, también se miente y mucho últimamente. Y no sólo es el cinismo chirriante de Susana Díaz y su gestora, que hasta aquí, en Granada, hay una concejal que ha convertido el morro en estandarte de su causa. Que nos toma por tontos y que está malgastando el esfuerzo que el resto del equipo de gobierno municipal hace, día tras día, para poner orden en el berenjenal que el señor de Píñar y sus socios nos dejaron como herencia.

Qué pena tanta mentira.

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