Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Michelín en licra

En la nevera conviven la leche de soja con los avíos del puchero, chorizo y tocino de veta incluidos

Sostieneun amigo de gran perspicacia que los grandes almacenes de ropa deportiva suelen estar poblados por gente con sobrepeso, que pulula entre los lineales de prendas de licra en las que piensan embutir sus generosas carnes, que mira y compara con aparente criterio y pericia zapatos de running y de alta montaña, lámparas frontales o gorros y gafas para hacer series de nado continuo. Por pura deducción, ni salen a correr entacaditos y con zapas con cámara, ni se enriscan por los montes bastón de esquí en mano, ni se nadan a crol un kilómetro seguido. Según mi amigo, es este uno de los grandes misterios del consumo contemporáneo. Otro tanto cabe decir de esas incursiones en el mundo saludable que casan malamente con el atracón de helado -en tarro de a kilo, también de hipermercado- después de cenar unos canónigos con tofu y una tortilla de claras. En las estanterías de los gladiadores de la dieta se acumulan frascos de píldoras de hinojo y jengibre y cajas de sobres de infusiones -ya resecos- y bayas que provienen de ultramar. En la nevera conviven la leche de soja con los avíos del puchero, chorizo y tocino de veta incluidos.

Desconozco si este tipo de consumo contradictorio que de una u otra forma nos ataca a todos tiene un nombre: quizá consumo aspiracional o desiderativo, o algún término en inglés acabado en -ing. La hipersegmentación de mercados que no cesa nos pastorea y nos adscribe a tribus de compradores similares, que responden de la misma forma ante los mismos estímulos publicitarios o de merchandising -ahí lo llevan-, que viene a ser como un palangre en el punto de venta, un montón de anzuelos que acechan a nuestro pobre bolsillo aquejado de deseos, esnobismo, frustraciones de la infancia y otros asuntos de diván. Yo me enteré el otro día que pertenezco -entre otros- al segmento de consumo nostálgico, y oiga, que me molestó. Yo creía que era romanticismo, criterio y hasta buen gusto, pero qué va: soy un pececito más a quien pescarle la tarjeta de crédito, y encima con ínfulas estéticas. Un palo. Apuesto a que la señora que compra mucho tejido técnico fosforito al peso en el megastore del ramo no se lo tiene creído, ni tampoco pretende estar toda maciza. Digo maciza en el sentido antiguo, o sea, tía buena; en el sentido de rotundidad y apretamiento, sí: ella es consciente de ser así, a ella le vale con ponerle a su Paco. Su Paco no tiene ningún empacho en ir al estadio de sus amores con una camiseta de su equipo que le hace barriga hasta a los futbolistas de tercera. ¡Pues ole sus consumos!

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