Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Microgolpe de Estado

La tragedia de Julen ha permitido mojar sopas a todo el mundo, desde el Rey hasta el último reportero de sucesos

El que estos días ha perpetrado el padrecito Estado con la familia del desgraciado niño malagueño Julen Roselló. El Estado no suele ser muy eficaz cuando no tiene más remedio que meterse dentro de las familias -esos pequeños estados dentro de la gran Matrioshka estatal- a arreglar conflictos y situaciones para los que esas minúsculas patrias no han sido dotadas de medios. Las intromisiones más generales son de tipo ideológico. Unos ponen el acento en el aborto y se entrometen, no ya dentro del microestado familiar, sino en las decisiones de uno de sus miembros, la mujer, para decirle cómo debe de administrar su cuerpo y su capacidad de crear seres humanos. Arrogándose, ellos, que a veces pueden resultar letales, la defensa de la vida. Otros, con muy buenas intenciones, intentan atajar la violencia que dentro de las familias se ejerce contra la mujer por su "especialidad" de mujer. Ellos, a esta especialidad, la llaman género. Y crean todo tipo de instrumentos legales y administrativos, no siempre eficaces, para pararle los pies a los que todavía siguen pensando que su "especialidad" de hombres, y su desprecio por las vidas ajenas, les da derecho a disponer de la existencia de sus compañeras. Los abortos siguen produciéndose, imposibles de controlar por los autoproclamados defensores de la vida, y la violencia contra mujeres sigue siendo difícil de erradicar. Porque ese pequeño estado que es la familia, puede resultar muy opaco. El legislador, quizá para liberar al Estado de trabajos y obligaciones, ha hecho de la casa un pequeño reino, con sus fronteras y sus pestillos. La inviolabilidad del hogar cubre la mayor parte de los conflictos que bullen bajo el edredón familiar. Y, amparándose en ella, el Estado suele contestar a las peticiones de ayuda con un: "¡Arréglatelas como puedas!". Es más productivo enderezar a Venezuela que alejar a un maltratador de su pareja. Pero sí está el Estado ahí en ciertas ocasiones, como en la del accidente de Julen, para sacar pecho y fingir que puede arreglar algo, aunque estadísticamente sea irrelevante. Puro teatro, estudiado simulacro, en el que han mojado sopas los grupos políticos y todo quisque, desde el Rey al último periodista, metiendo sus trompetillas succionadoras hasta el fondo del pozo del dolor de la familia de Julen, ese microestado, profanado y arrasado.

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