Hay palabras que con sólo pensarlas nos erizan la piel. Por lo que su significado trae, porque intuimos algo amenazador, tétrico. Condiciona de ellas hasta su morfología de consonantes duras, ásperas, y vocales abiertas. Jauría, manada, enjambre… Términos inquietantes. Sin embargo, una jauría no tiene porque ser peligrosa, ni una manada, ni un enjambre… Al fin y al cabo, refiere el término simplemente a pluralidad, de perros, animales varios o abejas en el último de los ejemplos.

El geólogo austriaco Josef Knett utilizó en 1899 el término enjambre sísmico para referirse a la agrupación temporal de más de un centenar de movimientos sísmicos en una misma zona. Y si miramos el mapa del Instituto Geográfico Nacional, da la impresión de que estos terremotos se agrupan como lo hacen las abejas. No debemos tener miedo, nos dicen. Sin embargo, no ayuda la visión de puntitos sobrepuestos de colores que también nos indican, por cultura, peligro: naranja, naranja intenso, rojo, y esa estrellita azul que no deja de parpadear. Señales que crean alerta y avivan el miedo, sobre todo porque nadie sabe nada, los expertos, parece, los que menos. Un enjambre sísmico de movimientos entre 1 y 3 se produjo en L'Aquila (Italia) antes del temblor de 6,1.

El miedo no es malo. Desde un punto de vista biológico es incluso positivo. Igual que el dolor aparece cuando algo nocivo ataca nuestro cuerpo, el miedo lo hace en una situación en la que se corre peligro. Es un mecanismo de supervivencia. Y qué mayor peligro que el derrumbe de tu casa, el único lugar donde estamos a salvo de todo.

Sigmund Freud en su Teoría del miedo definió el término como una emoción primaria, y distinguió entre el miedo real, cuando su dimensión está en correspondencia con la dimensión de la amenaza y el miedo neurótico, cuando la intensidad de ataque de miedo no tiene relación con el peligro. Me acuso: sufro un miedo neurótico, o eso parece por cómo me miran los que están a mi alrededor. Me quedo con lo primario de la emoción y grito desaforada y me paralizo tirando por tierra el punto de vista biológico y positivo del miedo, ese que hace al animal actuar rápidamente, improvisar y ponerse a salvo. ¿Cómo poner puertas al campo? ¿Cómo aplacar al miedo? Porque no hay que tener miedo, te dicen, ni siquiera, como desahogo a la impotencia que provoca constatar la fragilidad del mundo.

En dos días termina el primer mes insólito de este año insólito. Parece impensable que febrero siendo más corto se presente más intenso. Pero, si algo deberíamos saber, a estas alturas, es que todo es posible, incluso una vuelta de tuerca más. Aquí me quedo con mi miedo, contemplando el baile sinuoso y amenazante de la lámpara

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