Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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'Mindfulness' en Semana Santa

Los ateos reprochan a los cristianos que desobedezcan a Cristo. Los cristianos a los ateos, que no sean unos ermitaños

En muchas de las opiniones que se vierten en contra de la Semana Santa late la envidia. Poetas, columnistas de periódico, pensadores y conferenciantes miran con pelusilla y deseo a las masas que se agolpan tras una imagen, también, a las que se congregan en una romería, en un procés, en la Feria de Sevilla o en la final de la copa del Borbón, asista o no asista Puigdemont. Algún poeta sueña con procesionar subido en un trono, arropado por miles de penitentes a los que leer, gracias a una buena megafonía, sus obras completas.

¿A quién no le gusta que lo quieran, que lo celebren, que lo admiren, o si esto no es posible, que las masas arremolinadas lo odien profundamente? Lo peor es que no nos echen cuentas. Otros, no sienten envidia, pero si rechazo por algunos aspectos de la Semana Santa; mientras escribo estas líneas, Pablo Echenique, de Podemos, acusa al PP de sostener una política social anticristiana, pese a que Cospedal ha mandado que la bandera española ondee a media asta en los cuarteles, por la muerte de Cristo. ¡Qué manía! Los agnósticos o ateos, en España, no paramos de señalarles a los cristianos en qué no cumplen con los preceptos de Cristo. Cosa que correspondería más bien a sus pastores. En tanto que piadosos concejales y diputados conservadores, que se proclaman cristianos, acusan a los ateos de ser regalones y promiscuos y de no atenerse a los principios cristianos de pobreza, castidad y obediencia. Ni los ateos deben solicitar que los cristianos practiquen el cristianismo ni los cristianos deben exigir a los ateos que practiquen las siete virtudes cardinales y alguna más. A mí, volviendo a la pelusilla, lo que más envidia me da de la Semana Santa granadina es el Centro de Atención al Costalero, situado en dependencias municipales. ¡Qué más quisiera yo que disponer de un servicio municipal de atención al columnista de periódicos! Y no sólo para que vigilase mi estilo y mis pleonasmos, sino, sobre todo, para disponer de alguien que me ayudase a tomar conciencia de la realidad -un experto en mindfulness, por ejemplo- que dirigiese mis sesiones de meditación y recogimiento, antes de escribir cada uno de mis artículos. Ustedes se ahorrarían leer pamplinadas y yo ganaría en la consideración de mis contemporáneos.

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