Ya se sabe que suelo afirmar que la política es percepción. No es mío, es un clásico de todos los que se han acercado alguna vez a ella. Ellos también lo saben, los políticos en activo que dan la cara y los activos políticos que no la dan.

Ahora tenemos un escenario político de mini-crisis de gobierno por la marcha de Illa a la candidatura socialista a la Generalitat. Que nadie se envalentone en exceso con la mini-crisis ni que se entristezca mucho tampoco, según sus fobias o filias. Es mini-crisis porque los cambios en los gobiernos se llaman crisis; como es chiquita, mini-crisis. No tiene carga negativa en sí misma. Es más rollo zen: una necesidad aparente de cubrir la vacante que puede aprovecharse como oportunidad para algo. En el triste román paladino, que habita tras la engolada entonación patriótica de los discursos insulsos, es efectivamente lo que está pensando: recolocar peones -¡uy, el ajedrez es demasiado noble!-; resituar efectivos es más neutro.

No me molesta especialmente que Illa haya compatibilizado un mes su función ministerial con la de candidato in péctore hasta que la campaña catalana ha comenzado. Es un juego asumible y, si ésa es la única crítica, es pobretona y de escaso recorrido. Tampoco me chirría que, al pasar Darias a Sanidad, entre Iceta en Política Territorial. Huele a lo que es, claro, cambalache compensatorio por descabalgarle como cabeza de lista, pero es el presidente quien nombra y separa libremente a los miembros de su gobierno. Con el presidente me refiero, lógicamente, al ciudadano Sánchez, al estadista Pedro.

Ocurre que estos cambios me han recordado la amplitud del gobierno. Me tengo por informado en política y me gusta (es una declaración general: me gusta como a quien le gusta el cocido madrileño, aunque pueda detestar el simulacro de guiso que ofrezca un rancho cuartelero). Pues bien, he hecho un ejercicio corto que propongo en abierto: pensar, a bote pronto, en los nombres que nos salen de los ministros; de todos los que hay, a ver quién se nos viene a la cabeza. De repente, conforme escribo, además del jefe Sánchez, Pablo, Calvo, Calviño, Yolanda Díaz. Cada cual puede hacer su prueba. Y ahora, más difícil todavía, de los ministros y ministras, a quién se recuerda porque lo que hace repercute: uff, en la misma línea, …Díaz. Parón de dedos. Silencio. Insisto: cada cual su ensayo, es un simple ejercicio de memoria y de impronta. De percepción. Sí. Es tremendo.

En política, lo que es, se percibe bien o mal. Lo que no se percibe es simplemente inútil. 22 ministerios tenemos, 4 con rango de vicepresidencia. Cosas de Pedro e Iván, en un momento cruel y terrible. La dimensión de los cuerpos políticos sirve en función de su utilidad: 58 querría, si funcionaran. Si no, es conveniente evitarse la vergüenza de concretar la impericia. Con o sin Illa, illo.

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