paso de cebra

José Carlos / Rosales

Modo chino de producción

LAS compres donde las compres, o sean del precio que sean, cada día que pasa te rodean más cosas fabricadas en China. Unas gafas sin marca o una camisa de alto nivel, un bolígrafo o un paño de cocina. No sé, supongo que a veces, aunque lo intentáramos seriamente, no sería nada fácil encontrar herramientas o prendas de vestir que no vinieran de China. Un ejemplo: hace un par de semanas me puse a buscar en las ferreterías del barrio unas pequeñas tenazas, más bien unos alicates, con los que pudiera enderezar o abrir esas espirales que mantienen unidos, a modo de cuaderno, un centenar de folios; las buscaba parecidas a las que había visto en la fotocopiadora: manejables, con un muelle que las mantuviera abiertas y que tuvieran los mangos forrados de un plástico suave y adherente.

Encontré un par de modelos, pero no reunían todos los requisitos. Pensé buscar en otros barrios y pasé por uno de esos almacenes gigantes donde una familia de chinos sonrientes puede venderte a cualquier hora del día, en cualquier día del año, un bañador de flores, una imagen de Santa Claus o media docena de cacerolas esmaltadas. Entré, pregunté por las tenazas que buscaba y me llevaron a un pasillo estrechísimo donde había diez o doce modelos diferentes: todas con todo lo que yo necesitaba y a un precio inferior al que tenían en la ferretería del barrio. Todas fabricadas en China. Las miré, las sopesé, admití que eran estupendas, pero no las compré: algo me hizo salir de allí sin comprar nada. Pero a mi lado había una pareja con una cesta en la que habían depositado unos auriculares, dos sintonizadores de radio, media docena de calcetines y tres botes de colonia. Miraban, miraban y miraban: seguro que cuando yo me fui a la calle compraron mucho más. Pero yo no. Yo me fui sin comprar. No sé por qué, tal vez me acordé en ese momento de las condiciones materiales en las que viven o trabajan los obreros chinos: jornadas interminables, sueldos irrisorios, ambiente insalubre y ninguna capacidad de negociación sindical; un sistema que podría llamarse 'modelo chino de producción'.

Así se explicaría el bajo precio de las tenazas que no compré. O que determinadas empresas españolas fabriquen sus productos en China. O que, en cada viaje que emprenden nuestros mandatarios públicos por aquel milenario país, vayan acompañados de aquellos empresarios que sólo buscan mano de obra barata, bajos controles medioambientales, ninguna libertad de prensa y nula tradición sindical. Tal vez la última reforma laboral de nuestro gobierno nazca de su oculto deseo de trasladar a España ese 'modo de producción chino', modelo injusto y totalitario, aberrante manera de organizar la vida.

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