Balsas de piedra

ANTONIO DAPONTE

Momento país

El vasto poder del capital ha impedido a Estados Unidos crear una idea dominante y común de equidad

La revolución norteamericana se fundamentó en la idea de libertad e igualdad, tal y como recoge su Declaración de Independencia: "Todos los hombres son creados iguales". Sin embargo, el vasto poder que el gran capital ha tenido en todas las estructuras institucionales del país -y especialmente en las políticas- ha impedido que la sociedad norteamericana haya sido capaz de crear una idea dominante y común de equidad; es decir, que hay una igualdad básica, primigenia, entre seres humanos, no sujeta al mérito o al azar, ni a la raza, la etnia o la religión de todos y todas.

Sus clases dominantes no creen en esa igualdad entre todos y por ello han impedido sistemáticamente la creación y organización de instituciones comunes y eficaces que dignifiquen y protejan a sus gentes. Un trabajo decente, el derecho a la asistencia sanitaria y a la educación, una protección social eficaz en la jubilación y en la enfermedad, o un mínimo vital que permita a las personas y las familias mantener un nivel de vida por encima de la pobreza.

Un ejemplo de la realidad social del país es Baltimore, una de esas ciudades medias típicas de los Estados Unidos, 600.000 habitantes, como Málaga, con un 60% de población negra. Una ciudad privilegiada porque tiene la facultad de Medicina líder en la investigación biomédica del país, o la más grande y prestigiada escuela de Salud Pública del mundo, y un pasado intensamente industrial. Y, a pesar de ello, la diferencia en la esperanza de vida entre el barrio más pobre (negro) y el barrio más rico (blanco) es de 20 años. En el barrio negro los nietos tienen escasas oportunidades de disfrutar de sus abuelos, se han muerto. Los hijos enterrarán de jóvenes a sus padres.

Viendo las imágenes de las protestas en las calles, cualquiera diría que ese país se acerca a un "momento-país", ese tiempo en el que se gestan los cambios estratégicos que definirán las vidas de las próximas generaciones. Ayer, Trump se autoproclamó el presidente de la "ley y el orden". Pero no hay ley ni orden si tu vida la rige la cuna en la que naces. Ni las hay en un sistema social que condena a la pobreza y a una desigualdad propia del tercer mundo a enormes capas de población trabajadora de cualquier color de piel. Solo hay violencia.

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