Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Morente, El Parrón, El Eshavira

Juan Santos ha hecho más por la música que muchos concejales y delegados provinciales de Cultura

La última vez que hablé con Morente fue en el Eshavira y en horario flamenco. Entré en el bar acompañado de un amigo al filo de las tres de la mañana. Estábamos ya sentados con un par de güisquis delante, y cuatro o cinco detrás, cuando oí llegar su voz desde la mesa del fondo: "Antonio, ya no quieres saber na conmigo". Me levanté para estrecharle la mano. Entonces preguntó: "¿Qué pasa, no te veo desde hace tiempo?".

-"Es que apenas salgo ahora, ando un poco retirado".

-"Sííííí…. haces bien, no vayan a decir de ti que bebes lo mismo que Enrique Morente", contestó con aquel ingenio que derrochaba.

En otra ocasión topé en la barra con Jaime Heredia, El Parrón, que llevaba encima una bolsa de pepitas de oro. Estaba rumboso y me regaló una que yo le di al día siguiente a mi hija. Ella le incorporó una cadena fina y se la colgó en la muñeca. Cree que le trae suerte, así que aún la lleva, aunque cada dos años la piedra se vuelve negra y tiene que darle un baño para que recupere el color. No recuerdo si fue la misma noche en que nos acompañó el Capullo de Jerez y quedé deslumbrado al contemplar que había recuperado la juventud con todos los dientes de arriba meses después de verlo durante horas con una sola paleta.

En aquellas madrugadas prescritas formé parte del mobiliario de muchos garitos granadinos, así que faltaría a la verdad si hablara de ellos sin incluirme, pero lo hago, más que nada, por destacar que el Eshavira era un sitio ideal para ver a los amigos sin tener que quedar previamente, un lugar en el que artistas y aficionados alternaban sin fronteras entre ellos. Pasé allí ratos magníficos disfrutando la música viva que tanto me cuesta oír en un auditorio o en un teatro, porque un concierto de flamenco o de jazz o de rock, sin libertad de movimiento ni una copa cerca ni un cigarro en la mano, es, en palabras de José Luis Alvite, como "hacerle la circuncisión a Hitler". Por eso leí ayer aquí con alegría el magnífico reportaje de Gonzalo Cappa sobre la reapertura del mítico local de Postigo de la Cuna. No lo esperaba. Y tampoco esperaba la vuelta de su propietario, Juan Santos, a los 66 años. Este joven, con su inmenso amor y arrojo, ha hecho más por la música que muchos concejales y delegados provinciales de Cultura.

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