Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Mucha chica mona a bordo

A Hegel le faltó comerse unos cuantos espetos malagueños para bajarse de su mucha solemnidad

Dispensa, perseverante lector, si pruebo, a veces, a ser irónico en mis artículos. Y también si abuso de un nada empático sarcasmo. La culpa no es solo mía. Admiro a los propagandistas de la fe en la lectura -'Ser culto para ser libre'-, pero un mal libro puede estropear a un cándido infante. A mí me ha hecho mucho daño haber leído de muy joven el Quijote, algo de Quevedo y Don Camilo de Giovanni Guareschi. Cervantes me castró como posible novelista porque siempre que me dispongo a terminar mi novela, La gallina del abuelo de oro, me digo en mi interior, que es donde dialogo con el hombre que siempre va conmigo: ¿para qué, si Cervantes escribió la mejor novela que vieron los siglos? Que lo tengo yo hablado con ellos, y, siglo a siglo, me lo han confirmado. También me vacunaron contra la solemnidad. De don Miguel y de Quevedo se me pegó, en clase pobre, claro, algo de su humor; de ellos, y de mi madre que era muy graciosa. Y del Don Camilo, el convencimiento de que los seres humanos no somos buenos ni malos del todo. También le debo esta reflexión tan sabia a mi sobrina Marta que, con muy pocos años, decía que en sus cuentos salían princesas, blancanieves, madrastras y príncipes que eran buenos pero también un poquito malos, y viceversa. Con lo que la chiquilla aplicó a la narratología, sin saberlo, el principio de incertidumbre de Heisenberg. Un amigo muy querido, tras leer alguna pollada mía en el Facebook, me incluyó en la categoría de los 'rojipardos', o sea, de los que reparten leña a izquierda y a derecha. Sin duda; en la estela de Machado, me considero malo en el buen sentido de la palabra malo. Si no, ¿cómo podría reprocharle a Irene Montero y Cia. -esas chicas monas-, que se colaran -en plan Mecano- en una fiesta neoyorkina a bordo del Falcon presidencial? Los comunistas deberían imitar a Felipe VI que, cuando cadete, aprendió a volar 'sin privilegios', en palabras del pelotillero ABC. Ellas, proletarias del mundo, para contentar a la derecha, tendrían que haber hecho el viaje en clase acuática, a nado. Es Pavese el que me ha inspirado estas pavadas, porque el arte, según el italiano, ya no puede ser religioso, sino irónico. O sea, que hoy en día, la única manera de hablar en serio es hacerlo en broma. Y que me dispense el solemne y serio Hegel. No es culpa mía que no probase nunca los espetos malagueños.

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