La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Mucha gente querría trabajar más años

Hay muchas profesiones en las que se debería dejar seguir en activo, ofrecer esa posibilidad en absoluta libertad

No son todos, claro que no. Pero es cierto que muchos españoles seguirían trabajando después de los 65 años si tuvieran esa opción. En muchas profesiones, precisamente, se alcanza a esa edad una madurez intelectual que no debe ser desperdiciada. Jubilar a todos los trabajadores por igual a la misma edad (sean pintores, médicos, albañiles o ingenieros) resulta ya una barbaridad. Sería un acierto permitir que el abogado, el magistrado, el profesor o el médico, por poner sólo algunos ejemplos, puedan seguir en sus labores si así lo desean, sirviendo a la sociedad y aprovechando tanto talento forjado durante décadas. Todos conocemos profesionales de diversos sectores que bien podían haber continuado tres, cinco o siete años más en plenitud de facultades y con una experiencia inmejorable. Pero los hemos dejado orillados por una cuestión de dígitos. Todos comprendemos que ciertos trabajos pesados, relacionados fundamentalmente con las facultades físicas, necesitan de una jubilación sin dilaciones, incluso adelantada. Pero los relacionados con el intelecto pueden ser prolongados por el bien de la sociedad y de los propios interesados. La Seguridad Social y la Universidad han perdido profesionales de forma absurda en una sociedad en la que cada vez vivimos más y llegamos cada vez en mejores condiciones a los 65 años. El ministro de turno (que en este Gobierno no es el que acompaña al Rey, sino el que dice la chorrada o la verdad inoportuna de cada día) ha manifestado una gran verdad con la que nos toparemos más pronto que tarde: hay que retrasar la edad de jubilación. Ocurre que lo que habría que haber hecho en su día de forma selectiva, con criterios bien definidos y como apuesta por el talento y la excelencia al servicio del interés general, tendremos que asumirlo por narices y por pura cuestión de sostenibilidad del sistema. Recuerdo el célebre notario al que le preguntaron en voz alta por la calle: "¿Se jubila usted, no?". Y el buen hombre respondió: "Me jubilan, me jubilan, que no es lo mismo". Hay otro punto de vista que se oye poco porque quizás es políticamente incorrecto y guarda relación directa con el concepto cristiano del trabajo, entendido como fuente de bienestar. A veces asumimos, operamos y hablamos con el concepto único del trabajo como carga, losa y castigo. Y a partir de ahí, lógicamente, resulta impopular abrir cualquier debate sobre el retraso en la edad de jubilación, que viene de júbilo. ¿Por qué no dejamos simple y llanamente seguir en el tajo a quienes quieran aspirar a unos provechosos años de emeritud productiva? Libertad se llama. Seguro que muchos quieren.

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