Rosa de los vientos

Pilar Bensusan

Mujeres solas

HAY colectivos intocables en este país, tómense como ejemplos los gays, las lesbianas o los inmigrantes, y parece legítimo que quieran hacer valer derechos y que luchen por conseguirlos, pero a los que no formamos parte de ellos, que no se nos ocurra decir ni 'mú' al respecto, porque directamente seremos pasto de las llamas de la nueva Inquisición, institución made in Spain, resucitada ahora en los albores del neopostmodernismo ibérico y de la que ni siquiera se ha librado la Reina de España.

Pero existen otros colectivos que a nadie parecen importar o que, incluso, llegan a despreciarse y a mirarse con malos ojos en el país de las envidias, de los chismorreos y de los falsos rumores malintencionados, me refiero a esas miles de mujeres que, solas, luchan día a día por sacar a sus hijos adelante, por darles comida, vestimenta y una educación decente. Mujeres solas porque son madres solteras, separadas, divorciadas o que han sido maltratadas por sus ex parejas en algún momento de su vida, y que han decidido seguir adelante con valentía en un camino no precisamente lleno de rosas, intentando no mirar hacia un pasado doloroso o demoledor.

En un país lleno de insensibles, muchos se permiten mirar con mofa o con bastante ligereza a unas mujeres que tienen tras de sí historias nada agradables y que, pese a todo, intentan sacar fuerzas de flaqueza para trabajar en lo que sea a fin de que sus hijos tengan una vida mejor que la que el destino les ha deparado a ellas. Mientras el divorciado es un tío con suerte, ellas muchas veces son humilladas, estafadas, engañadas, ridiculizadas o menospreciadas en lo personal o en lo laboral. Estas conductas, junto con el rechazo cruel, el falso compadecerse o, incluso, esa secreta satisfacción íntima que a veces experimentan en el último reducto de la consciencia los que tienen una vida marital "normal" frente a las mujeres que "han fracasado", son únicamente propias de personas sin moral alguna, desgraciadamente muy abundantes en un país hipócrita, que paradójicamente presume de ultramoderno.

El respeto hacia el prójimo no es ya sólo una cuestión de espiritualidad religiosa, es uno de los pilares básicos y primarios de la educación. Y, aunque en esta sociedad la educación brilla por su ausencia, debería existir más respeto y consideración para un colectivo de mujeres que, con entereza y llevando una vida pocas veces grata, tiene una gran dignidad. Para sus hijos ellas son las más dignas y respetadas, así deberían ser consideradas por todos, porque detrás de la mayoría de las mujeres solas hay una historia de dureza y desgracia que los demás han tenido la suerte de no vivir.

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