Cuchillo sin filo

Francisco Correal

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Nabokov

La selección de la Liga más cotizada se va de Rusia casi a la par que sus dos estrellas más mediáticas

Hoy se cumplen 41 años de la muerte de Vladimir Nabokov, el más futbolero de los escritores rusos y también el menos soviético, aunque Lolita era sobre todo un tratado de las verdades del tenis y las mentiras del amor. Es el primer asidero que se me ocurre para mitigar este dolor de las muelas de la melancolía y en cierta forma de la nostalgia, porque si mi memoria no me traiciona, aunque muchas veces me delata, hemos vuelto a ser eliminados en la tanda de penaltis como en México 86 y en Japón y Corea 2002.

Dos árbitros españoles masacraron a la Unión Soviética, cuando esa esdrújula representaba a uno de los contendientes de la Guerra Fría, en los partidos que disputaron contra Brasil en el Mundial de España 82 y contra Bélgica en México 86. Recuerdo las alevosas patadas a Yarenchuk y Yakovenko de ese segundo partido. Lo vi por televisión porque le propuse a Julio Anguita retrasar un día la jornada de convivencia electoral con quien encabezaba la candidatura de Izquierda Unida a la presidencia de la Junta de Andalucía. El Rey en el palco y Reina (Pepe) en el banquillo fueron ayer testigos del primer batacazo deportivo de la época de Pedro Sánchez. El problema han sido las manos y un exceso de porteros: Julen Lopetegui y David de Gea. En este Mundial han hecho las maletas casi a la par las dos estrellas más mediáticas del fútbol mundial, Messi y Cristiano, y la selección de la Liga más galáctica. Hubo un tiempo en el que nunca se ponía el sol en la España balompédica, la única que funcionaba en los días más tremendos de la crisis. La selección vive una fiebre de noventayochismo, pierde sus colonias y Camacho hace publicidad de un desodorante.

Todo empezó cuando el Cádiz, en Segunda B, eliminó al Madrid en la Copa del Rey por alineación indebida de Cheryshev. Este ruso de Chamartín, título napoleónico, objeto de mofa y rechifla, sabía que la venganza se sirve en plato frío. Esa chapuza provocó el enfado mayúsculo de Florentino Pérez y el relevo en el banquillo madridista de Rafa Benítez, al que sustituyó Zinedine Zidane, que entrenaba al filial y ganó tres Copas de Europa consecutivas. El efecto mariposa hizo el resto. El gol de Iniesta a Holanda en Sudáfrica ya está en Atapuerca.

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