Navidades blancas

Seguro saldré, saldremos de ésta. Sin cuestionarnos. Simplemente porque hicimos cuanto debíamos hacer

Lo vi al fondo. Blanco, rodeado de una barandilla metálica. Despierto, orientado, sujetando entre sus manos una mascarilla de oxígeno por donde sentía escaparse la vida. Lo vi al fondo, blanco, indefenso, joven, asustado, de cuarenta años. Convencido que la blancura de la Navidad que soñó nada tenía que ver con la que ahora recibe entre paredes y monitores por toda suerte y esperanza. Sin vacunar. No sé si por decisión, por convicción o por las miles de cosas que hacen no te subas a tiempo al tren.

Será verdad que la vida da cornadas cuando menos lo esperas. Que juega contigo. Que te abriga bajo falsas esperanzas de inmunidad en tu yo más egoísta, para abandonarte después y dejarte ahí, con la mascarilla de oxígeno anudada al rostro y un puño cerrado por donde escapan ilusiones y las ganas de seguir viviendo. Las ganas de vivir. Mientras un aparato muestra por todo rezo el latido de tu corazón. Que sigues vivo. Que sigues vivo.

Nunca fui médico o investigador. No procuré serlo. Nunca cuestioné si desde pequeño lo que me daban era bueno o malo, si debía o no tomarlo. Gracias a Dios, mis padres tampoco. No cuestioné si mis achaques de mayor se deben a lo que me dieron ellos. Simplemente, lo hice, lo hicimos, porque otros saben más que nosotros. Ya está. Suficiente.

Seguiré sin cuestionar nada. La vida es lo suficientemente escabrosa como para no andar removiendo planos y contraplanos de portadas y mensajes que ofrecen más vanidad y autoadulación que ciencia y futuro. La televisión, las redes, la primera página… todas son el espejo de la madrastra donde vender nuestra alma sin importarnos que sea a fuerza de equivocar el mensaje y confundir al destinatario. Eso nunca fue crucial para la sociedad en que vivimos. Solo sirve nuestra individualidad. Omnipresente. Futura. Inmortal.

Mañana, o un día de éstos, será Navidad. Seguro, saldré, saldremos de ésta. Como la historia nos enseña que salimos de muchas. Sin cuestionarnos. Simplemente, porque hicimos cuanto debíamos hacer. Hoy lo afirmo, rodeado de cuatro paredes, blancas también. Son las de mi casa. Pero el acompañamiento es distinto: risas, felicitaciones, villancicos, emociones… desde el sábado, a mí también me ha pillado el bicho, sí. Vacunado. Y no sé si, entre confinado y aburrido, estoy en esta habitación de casa gracias a la vacuna. No lo sé, la verdad. Y seguiré sin saberlo. Pero me han dicho que sí. Y me encanta creerlo así.

Mañana, o en algunos días más, será Navidad para mí también. Y será blanca. Feliz Navidad a todos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios